El planeta, por el rescate

Hay un importante despliegue de marketing pero no hay una voluntad real de atacar las verdaderas causas del problema

El secretario general de Naciones Unidas, el portugués António Gutierres, lo ha dicho de forma clara y contundente. Difícilmente se puede ser más directo en el mundo de la negociación diplomática donde se tiende a eludir llamar las cosas por su nombre para ser políticamente correcto en el lenguaje. Gutierres ha advertido a los dirigentes mundiales que han acudido a la cumbre climática de Glasgow que la humanidad está cavando su propia tumba debido al modelo de desarrollo elegido basado en la destrucción de los equilibrios ecológicos del planeta y a la emisión de gases de efecto invernadero de forma creciente desde finales del siglo XIX al iniciarse la Revolución Industrial, emisión que se ha multiplicado en los últimos decenios. "Basta de tratar a la naturaleza como un retrete", ha recriminado el secretario general de la ONU. "Basta de quemar, perforar y minar nuestro camino", ha dicho en referencia a los combustibles fósiles, principales responsables de esas emisiones.

La conferencia (COP 26) estaba prevista para noviembre del año pasado, pero la incidencia de la pandemia obligó a suspenderla. Al inicio de la cumbre climática se han presentado en Glasgow un buen número de líderes mundiales, con Biden a la cabeza, lo que, sin duda, implica un cambio radical en relación con su antecesor Trump, un furibundo negacionista del cambio climático. No obstante, ante el exceso de retórica bien intencionada surgen muchas dudas sobre la efectividad real de la cumbre climática. Los primeros anuncios, sobre un acuerdo para la reducción de las emisiones de metano y un pacto contra la deforestación, se basan en objetivos voluntarios careciendo de obligaciones jurídicas vinculantes. La historia está cargada de pactos medioambientales con compromisos voluntarios lanzados a bombo y platillo y que no se han cumplido nunca. Por todo ello, es comprensible que surjan dudas y escepticismo sobre la realidad de la cumbre climática.

Hace algún tiempo, escribí en un trabajo que las cumbres climáticas empezaban a ser parte del problema y no de la solución. Hoy creo que esta tendencia se ha consolidado. Ante la opinión pública mundial parece que los dirigentes han empezado a tomarse en serio el problema de la crisis del cambio climático y van a buscar las vías de solución, cuando, por el contrario, la realidad es bien diferente. Hay un importante despliegue de marketing y maquillaje verde pero no hay una voluntad real de atacar las verdaderas causas del problema. El problema es que la comunidad científica advierte que el tiempo para actuar se va terminado.

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