Alberto Rodríguez

argallego@europasur.com

La plaga de los patinetes

Las autoridades deben poner coto ya y empezar a intervenir si no queremos tener una desgracia en nuestras calles

Debo admitir que al principio la imagen me hizo gracia pero la cosa, en el fondo, tenía bastante poca. Venía conduciendo por la avenida Juan Pérez de Arriete de Algeciras bajo algo de llovizna, un rato después de haber caído la tarde, cuando los vi a lo lejos. Cuatro chavales circulaban en otros tantos patinetes eléctricos unos cuantos metros más adelante. Iban en dirección al centro por el carril derecho de la calzada a pesar de que esa zona tiene carril bici.

Los cuatro vestían su riguroso chándal negro, riñoneras, gorras negras y, por descontado, no llevaban casco y ni una puñetera luz para señalizarse. De repente, uno de ellos comenzó a lanzar patadas a otro con la intención de tirarle al suelo. No una ni dos por hacer la gracieta. Conté al menos seis patadas voladoras en una suerte de versión cani de las cuádrigas de Ben-Hur mientras los otros dos jaleaban la contienda.

Evidentemente, al alcanzarles me pasé al carril izquierdo, les pité y les hice un gesto como que ya tenían edad para ir haciendo el imbécil por la calle. Más que nada pensando en algún conductor despistado que se los pudiera llevar por delante que en el Betadine que pudieran necesitar si se daban de bruces contra el asfalto.

Está claro que con las inminentes navidades la cosa va a ir a peor. Los patinetes eléctricos serán de nuevo uno de los regalos más recurrentes y otra legión se sumará a la jungla de la ciudad. Como si no hubiera ya bastantes idiotas que circulan a toda marcha por zonas peatonales como si tal cosa. O como si llevaran una especie de armadura cuando se lanzan al asfalto saltándose semáforos, sin mirar en los cruces y otras tantas locuras y demostraciones de poco aprecio por la vida (propia).

Las autoridades deben poner coto ya y empezar a intervenir estos artefactos del demonio a los infractores si no queremos tener una desgracia en nuestras calles. O al menos ponerse serios con el tema de las multas ya que vamos para atrás. Alguna vez que otra los he visto pasar con total impunidad por zonas peatonales, incluso por delante de algún policía sin que el agente haya hecho siquiera el ademán de levantar la vista.

¿Imaginan hoy en día a un conductor de moto sin casco o a alguien en coche sin el cinturón? Ha costado mucho esfuerzo -también muchas habitaciones de hospital y salas de tanatorio- concienciar a la sociedad de la importancia de protegerse al volante como para volver de nuevo a la casilla de salida. Estamos a tiempo.

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