Es una evidencia que España carece de tradición filosófica y que son muy escasos los nombres de filósofos patrios que han logrado traspasar las fronteras. José Ortega y Gasset es uno de los pocos (quizás el único) que alcanzó relevancia internacional. Su obra más famosa, La rebelión de las masas, publicada hace cerca de un siglo, desarrolla su concepto de "hombre-masa" como paradigma de una sociedad que anula al individuo en aras de la dictadura del pensamiento único.

En cierto sentido Ortega es un visionario que, como Huxley y Orwell, alerta de los peligros del totalitarismo y presagia una despótica situación política que parece haberse ido acentuando en lo que llevamos de siglo XXI. Desafortunadamente, en este tiempo de orfandad de referentes éticos y humanísticos son muy pocos los españoles que le conocen (y muchos menos los que le han leído) y, si acaso, lo único que se puede esperar de "los más listos de la clase" es que le asocien con la frase: "Yo soy yo y mi circunstancia".

Ahora. cuando hay que resignarse a que los que se desempeñan de "filósofos de guardia" sean personajes como Boris Izaguirre, Ramoncín o el conde Lecquio, resulta muy ilustrativo revisar su ensayo Para los niños españoles, una brevísima pieza que Ortega escribió en 1928 para el libro de lectura escolar Nuestra raza.

Al objeto de llegar a la madurez sabiendo distinguir entre el valer verdadero y el falso, recomienda a sus pequeños lectores seguir cuatro reglas o criterios: 1.- "No hagáis nunca caso de lo que la gente opina. Fijaos y advertiréis que la muchedumbre que os rodea en vuestra casa, en la escuela, en la Universidad, en el Parlamento, en las tertulias, en los periódicos… no sabe nunca por qué dice lo que dice, no prueba sus opiniones, juzga por pasión, no por razón. 2.- Consecuencia de lo anterior. No os dejéis jamás contagiar por la opinión ajena. El alma que piensa, siente y quiere por contagio es un alma vil, sin vigor propio. 3.- Decir de un hombre que tiene verdadero valor moral o intelectual es decir que su modo de sentir y pensar se ha elevado sobre el sentir y pensar vulgares. Por esto es más difícil de comprender y lo que dice y hace choca con lo habitual. De antemano, pues, sabemos que lo más valioso tendrá que parecernos extraño, difícil, insólito y hasta enojoso. 4.- En toda lucha de ideas o sentimientos cuando veáis que de una parte combaten muchos y de otra pocos, sospechad que la razón está en estos últimos. Noblemente prestad vuestro auxilio a los que son menos contra los que son más". "La vida de una sociedad y más aún la de un pueblo, depende de que sus individuos sepan bien distinguir entre los hombres y no confundan jamás al tonto con el inteligente, al bueno con el malo". A la vista está, la circunstancia a la que nos ha llevado no haber seguido tan juiciosos consejos.

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