Hay noticias que no deberían serlo. Y da la casualidad de que muchas de esas noticias son, precisamente, las que marcan el pulso de nuestra sociedad e identifican sus patologías. Durante esta última semana, mientras miles de estudiantes se examinaban de la PEvAU, la noticia que saltaba a la primera página de los medios de comunicación era que el estudiante con la mayor nota de Madrid iba a estudiar Filología Clásica. Cabe preguntarse: ¿por qué la decisión de una persona concreta sobre lo que quiere ser en su vida se convierte en noticia? La respuesta es múltiple, pero muy sencilla, y tiene algo que ver con los tópicos y concepciones que siguen operando en nuestra sociedad. La primera razón, quizás, es que la Filología Clásica es algo que se considera socialmente inútil y, en consecuencia, se piensa que una persona con tan altas capacidades no debería dedicarse a ella. De esta forma, la sociedad plantea que el hecho de que una persona sumamente inteligente se dedique al griego, al latín, a Eurípides o a Ovidio es algo así como un desperdicio de talento. La segunda es que, al ser vista como algo improductivo, se entiende que la Filología Clásica conducirá a este joven indefectiblemente al paro. La tercera -y de no menor importancia- es que se presume que las "letras" deben ser el alojamiento estudiantil de las personas con menores capacidades, mientras que las "ciencias" y la "tecnología" deben ser el destino final de todos los talentos. De hecho, muchos orientadores funcionan en esta clave, machacando vocaciones humanísticas a mansalva cuando los humanistas sacan sobresaliente. La cuarta razón, si se me permite, nace de que la mayor parte de nuestra sociedad, víctima de un embrutecimiento supino, ni siquiera sabe qué es la Filología Clásica, qué estudia, a qué se dedica o cómo repercute en nuestras vidas. Desde luego, lo que no se conoce ni se puede apreciar, ni valorar, ni defender. La cuarta razón, que nace directamente de la postergación que tienen los valores humanísticos y culturales en nuestro entorno, da visos de realidad a la segunda. Muchos filólogos clásicos van al paro, pero no porque las humanidades no sean necesarias, sino porque viven en una sociedad que valora más un coche eléctrico que una obra de arte y en la que el 25% de la población ve la Isla de las Tentaciones, pero nunca leerá Guerra y Paz. Es la misma sociedad en la que todos los padres quieren que sus hijos aprendan inglés, pero no sufren cuando escriben huevo sin hache o ponen la coma entre el sujeto y el predicado. Está claro, ya estamos condenados: o por el deprecio de los valores que realmente hacen de nosotros lo que somos o por la hipocresía con la que luego decimos defenderlos y apreciarlos.

Con su 13,964 (sobre 14), Gabriel Plaza dice que prefiere "la felicidad al éxito" y es visto por algunas personas como una anomalía del sentido común. Yo, en cambio, veo en él una esperanza para el futuro.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios