Parking natural del Estrecho

La costa desde Tarifa a Bolonia se ha transformado en un gigantesco espacio dedicadoal aparcamiento de vehículos

Pocos espacios naturales tienen sobre el papel mayor nivel de protección legal que el Parque Natural del Estrecho. Esta franja marítimo-terrestre que transcurre entre Algeciras y Tarifa fue un territorio privilegiado tanto por su biodiversidad como por su riqueza cultural y paisajística, y sobre ella se solapan un importante número de instrumentos de protección nacional, europea e internacional. En derecho interno, encontramos las figuras de parque natural, paraje natural (Los Lances) y monumento natural (duna de Bolonia). Desde el punto de vista del derecho internacional del medio ambiente es un ejemplo perfecto de concurrencia de normativa protectora. En lo que respecta al derecho de la Unión Europea, gran parte del parque natural pertenece, bajo la figura de protección de Lugar de Interés Comunitario (LIC) y Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA), a la Red Natura 2000 establecida en la Directiva Hábitat. Desde el punto de vista internacional, este espacio está integrado en la Reserva Intercontinental de la Biosfera del Mediterráneo en el marco de la UNESCO. La administración competente para la gestión de este espacio protegido en función del reparto competencial de nuestro Estado es la comunidad autónoma, esto es, la Junta de Andalucía.

Pues bien, a pesar de la catarata de normas jurídicas de protección (y del número de cargos designados por la Junta con competencia en la materia) la realidad es desoladora. Si la costa cercana a Algeciras es un verdadero vertedero litoral de todo tipo de residuos, la costa desde Tarifa a Bolonia se ha transformado en un gigantesco espacio dedicado al aparcamiento de vehículos. No hay carril, camino o explanada que no esté completamente lleno de caravanas o autocaravanas que sin ningún tipo de control han transformado lo que fue un espacio privilegiado en un gran parking de turismo low cost. Espacios sensibles donde anidaba y se reproducía una avifauna de gran interés es simplemente un gran aparcamiento. La presencia de numerosos perros que acompañan a las personas que acampan libremente impiden la adecuada reproducción de esta avifauna y el pisoteo constante castiga zonas de vegetación sensible con especies incluso en vías de extinción.

Si a ello se añade el vertido continuo de aguas residuales en Los Lances sin ninguna depuración, el gran número de construcciones ilegales por todo el parque, las prácticas deportivas incompatibles con el entorno y aunque prohibidas, consentidas, como el kite surf en el interior del lagoon de Los Lances, resulta un panorama desolador. La presión urbanística en la zona, especialmente sobre Valdevaqueros, merece quizás otra columna.

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