Con ocasión de la visita turística que en 1988 realizaron los reyes de España a las lejanas tierras de Oceanía, la reina, gran amante de los animales, no pudo resistirse a la tentación de tomar entre sus brazos, como si fuese un bebé, a un pequeño espécimen de koala (exótico marsupial cuyo aspecto recuerda mucho a un osito de peluche).

Desafortunadamente tan idílica como enternecedora imagen perduró tan solo unos segundos, justo el tiempo que tardaron los parásitos que albergaba el koala en su tupido pelaje en saltar a la inmaculada piel de nuestra soberana para provocarle, como poco, una desasosegante picazón. Doña Sofia experimentó sin proponérselo la consustancial ambivalencia del animal: la ternura que transmite su angelical aspecto y la cruda realidad de su condición salvaje.

Gracias, en gran parte, a la factoría Disney la gente ha cambiado la precepción que antaño se tenía de los animales. Desde pequeñitos nos hemos acostumbrado a la "humanización" que los dibujos animados hacen de todo tipo de bichos y no es solo que los oigamos hablar -asunto que ya en sí mismo se antoja como un gran prodigio- sino que los dibujantes se toman la licencia de dotarles de una sofisticada musculatura facial para que, asemejándose a los humanos, puedan expresar emociones.

Crecemos llorando con Bambi por perder a su madre, divirtiéndonos con las jugarretas que le hace el Correcaminos al Coyote, asombrándonos de la cara dura de Bugs Bunny y su "¿Qué hay de nuevo viejo?" o viendo las carreras de unos histéricos ratones (Jerry, Pixie, Dixie) perseguidos por unos sádicos gatos (Tom, Jinks).

Esta distorsionada representación del mundo animal en estrecha parentela (intelectual y cognitiva) con el homo sapiens ha propiciado dolorosos "malentendidos" como, por ejemplo, que una leona mate a una turista al bajar esta la ventanilla de su coche para hacerse un selfie con un carnívoro que posee caninos de 8 centímetros o que otros perdieran la vida aplastados por elefantes o atacados por hipopótamo. Todo por acercarse demasiado a ellos para lograr una buena foto que subir a su Facebook.

La gente no comprende que el interés no es mutuo, esto es, que los animales se mueven por instinto y que sus únicos objetivos son la supervivencia y la preservación de la especie (el "struggle for life" de Darwin), no tienen sentimientos -ni buenos ni malos- respecto a otras criaturas. Contemplar a dos guepardos cazando a un antílope en la sabana siendo a su vez perseguidos por un tropel de todoterrenos que terminan colocándose en circulo alrededor de los felinos mientras estos despedazan a su víctima es pervertir la naturaleza. Es mucho más salvaje la imagen de un gato callejero persiguiendo a una rata bajo la luz de las farolas.

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