Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Al sur del Sur
La trascendencia del debate contrastó con la imagen de un hemiciclo prácticamente vacío, incluidos los escaños del Gobierno. Por mucho que el ministro Albares insistiera en que asistimos a un momento histórico tras 312 años de tensiones, disputas y batallas con Reino Unido a cuenta de Gibraltar, su comparecencia ante el Pleno del Congreso, a petición propia, se desarrolló en un ambiente más bien gélido, prueba seguramente de lo que se conoce e interesa del Campo de Gibraltar más allá de sus límites geográficos. Por más detalles, la réplica al titular de Exteriores por parte del primer grupo de la Cámara vino de la mano de Carlos Floriano, diputado por Cáceres, provincia que mantiene unos estrechos lazos con nuestra comarca, como todos sabemos. ¿Dónde estaban ese día los diputados gaditanos del PP? En fin.
El ministro desgranó en su intervención con distinto grado de detalle los puntos cardinales del acuerdo. En materia fiscal, por ejemplo, desveló que la colonia británica tendrá un impuesto indirecto del 15% en su primer año de implantación -acorde al mínimo establecido para el IVA por la UE- y que las labores de tabaco, las bebidas alcohólicas y los combustibles también se grabarán de forma similar a como se hace en el resto del continente. Con ello se pretende paliar el actual dumping fiscal que se ejerce al otro lado de la Verja, llamada a desaparecer no solo en sentido físico. (Lejos queda aquel 10% que propuso la parte británica durante la negociación, frente al 21% del tipo medio del IVA que rige en España).
La presencia policial española en el puerto y el aeropuerto de la Roca tumban las soflamas patrióticas de Picardo
Hubo también otras alusiones de gran calado por parte de Albares, como la equiparación de las contraprestaciones sociales que reciben los trabajadores transfronterizos -en materia de pensiones, desempleo y Seguridad Social-, la lucha contra el blanqueo de capitales y la creación de un fondo específico para acabar con los desequilibrios sociales. También dio por hecha la presencia de policías nacionales (y agentes de Aduanas) españoles en el Peñón, tanto en el aeropuerto como en el puerto ¿Qué fue de aquellas soflamas patrióticas de Fabián Picardo -“No spanish boots on Gibraltar!”- en las celebraciones del National Day?
En términos generales y salvando algunos pasajes, la música suena bien para la comarca, a falta de conocer la letra completa. El diablo se esconde siempre en los detalles y en todo aquello que no se abrocha de forma correcta. Más ejemplos: Albares aludió al control de los vertidos y a los rellenos, pero no puso plazo para que Gibraltar ponga fin a los incumplimientos de las directivas europeas en materia de depuración de aguas y emisiones atmosféricas, y obvió también que el terreno ganado al mar se realiza en aguas que España considera bajo su jurisdicción. ¿Supone eso una renuncia a ejercer la soberanía sobre ese espacio?
A todos los efectos, caminamos sobre terreno fronterizo. O pantanoso. El uso conjunto del aeropuerto y su gestión conjunta mediante la creación de una empresa mixta es prueba de ello
A todos los efectos, caminamos sobre terreno fronterizo. O pantanoso. El uso conjunto del aeropuerto y su gestión conjunta mediante la creación de una empresa mixta es prueba de ello: llanitos y españoles, campogibraltareños todos, nos beneficiaremos más y mejor de esas instalaciones ya que, si nada se marra, podremos contar con conexiones aéreas inexistentes ahora con el resto de la península y con terceros países. A falta de tren, bienvenido sea un aeródromo. ¿Supone ese acuerdo otra renuncia a reclamar la soberanía de ese espacio, el istmo, ocupado de forma ilegítima de acuerdo al tratado de Utrecht? Pues sí, pero…
¿Permitiría Reino Unido que militares, aviones o buques de guerra entrasen en su territorio sin control por su parte, confiando tan solo en el buen hacer de otros?
Una reflexión especial y aparte merece la presencia militar británica y de sus socios más íntimos -especialmente, EEUU- en Gibraltar, un asunto irritante sobre el que España apenas si parece haber rascado algo en el acuerdo, salvo el compromiso por parte de Reino Unido de trasladarle información sobre las personas y material que lleguen a la Roca. No es un tema mucho menos menor puesto que significa la renuncia de la UE a controlar quién y qué entra en el espacio Schengen: se trata de seguridad nacional, de soldados, de submarinos nucleares y de misiles Tomahawk, pongamos por caso, bajo control de un gobierno ajeno al de España y a solo un paso de nuestras casas. ¿Permitiría acaso Reino Unido que militares, aviones o buques de guerra entrasen en su territorio sin control por su parte, confiando tan solo en el buen hacer de otros? Intuimos de sobra la respuesta. Que cada cual saque sus conclusiones sobre si esto compensa el resto de avances, si es, en definitiva, el precio de la dichosa prosperidad compartida o de las prisas de un Gobierno, como el español, al que se le agota el tiempo de legislatura y de un presidente que quiere pasar a la historia como el protagonista del derribo de la Verja.
Sería tranquilizador que Exteriores trasladase el texto a su Asesoría Jurídica Internacional, el ‘sancta sanctorum’ formado por expertos funcionarios especialistas en Derecho Internacional, para su completa revisión
La previsión es que este otoño se haga público el proyecto de tratado redactado por los negociadores, un texto que sorprendentemente, los responsables de Exteriores no han trasladado aún a la Asesoría Jurídica Internacional del ministerio, el sancta sanctorum formado por expertos funcionarios especialistas en Derecho Internacional, para su completa revisión. Sería tranquilizador que se hiciera lo antes posible, por aquello de los detalles endiablados, sin temor a que nadie se sienta desautorizado o corregido.
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