Instituto de Estudios Campogibraltareños

Las negociaciones de Berlín: Los originales de la correspondencia secreta Franco-Serrano (I)

  • La necesidad estratégica de conseguir la derrota de Gran Bretaña antes de la apertura del frente ruso llevó a Alemania a preparar una operación para tomar Gibraltar que exigía la entrada de España en la guerra

  • Con ese objetivo se abrirían negociaciones en Berlín en las que participó una delegación encabezada por el ministro Ramón Serrano Suñer

Serrano a su llegada a Berlín el 16 de septiembre de 1940. A su derecha el ministro de Asuntos Exteriores del Reich Joachim von Ribbetropp y junto a él el General Eugenio Espinosa de los Monteros, Embajador de España en la capital alemana. Al fondo, justo detrás del oficial de la Ordnungspolizei que mandaba la formación de honores, se puede ver al ministro del Interior del Reich Wilhelm Frick.

Serrano a su llegada a Berlín el 16 de septiembre de 1940. A su derecha el ministro de Asuntos Exteriores del Reich Joachim von Ribbetropp y junto a él el General Eugenio Espinosa de los Monteros, Embajador de España en la capital alemana. Al fondo, justo detrás del oficial de la Ordnungspolizei que mandaba la formación de honores, se puede ver al ministro del Interior del Reich Wilhelm Frick.

La negociación hispano-alemana de septiembre de 1940, el primer encuentro oficial entre los Gobiernos de la nueva España del Partido único y el III Reich, supuso la consolidación del “salto adelante” emprendido por el Régimen tras la derrota sufrida por los aliados en la llamada batalla de Flandes. Este proceso se había iniciado en junio de 1940 con la proclamación de la no-beligerancia y la misión de Vigón y cuatro meses después, se culminaría con la famosa Conferencia de Hendaya.

Pues bien, entre las fuentes primarias relativas a esta negociación, destacan especialmente las cartas que, en aquellos días, se intercambiaron, por un lado, el presidente-canciller Hitler, el jefe del Gobierno italiano Benito Mussolini y el general Francisco Franco y por otro, la correspondencia secreta mantenida entre este último y el aún ministro de la Gobernación Ramón Serrano Suñer.

A diferencia de las que componen el primero de estos bloques (las cuales se encuentran a disposición de los historiadores desde principios de la década de los sesenta), habría que esperar al inicio de la Transición para acceder a las primeras entregas de las que conforman el segundo. Fue en 1977 cuando, con la manifiesta intención de clarificar responsabilidades y combatir bulos sobre el papel que se le venía atribuyendo en relación con la actitud de España durante la II Guerra Mundial, Serrano Suñer decidió sacar a la luz las cartas que obraban en su poder y cuyo contenido, por razones de Estado, había decidido mantener en secreto hasta entonces. Es decir, las cartas que Franco le había remitido durante el desarrollo de su misión en Berlín.

Pero aún faltaban las que el ministro había escrito para este en aquellos mismos días, siendo muchos los que las daban ya por perdidas. Sin embargo, estas se habían conservado como parte de la correspondencia privada del Jefe del Estado, en manos de la familia Franco, junto a una copia mecanografiada de la primera carta de este a Serrano y sendos borradores manuscritos de las otras dos. Habría que esperar aún cuatro décadas más para que estos importantísimos documentos comenzaran a salir a la luz.

Serrano Suñer, en una imagen correspondiente a los días de su visita a Berlín aún como ministro de la Gobernación. Serrano Suñer, en una imagen correspondiente a los días de su visita a Berlín aún como ministro de la Gobernación.

Serrano Suñer, en una imagen correspondiente a los días de su visita a Berlín aún como ministro de la Gobernación.

En julio de 2018, se hacía finalmente público que las cartas se habían conservado. Aunque todavía habrían de pasar casi dos años para que el profesor Luis Togores, el primer investigador en tener acceso a las mismas, transcribiese su contenido (con alguna que otra licencia) en su último libro. El autor de esta comunicación ha tenido acceso a estos documentos, incluidos los dos borradores manuscritos de Franco que, hasta ahora, mantienen su condición de inéditos.

Aparte de ello, el interés de este artículo radica en que, tratándose de una documentación de acceso más que restringido, las conclusiones obtenidas en su análisis se alejan de las publicadas hasta el momento, para contribuir a dar solidez a una tesis alternativa sobre los fines y resultados de aquellas trascendentales conversaciones de Berlín. Sin duda, son muchos los aspectos significativos que, a la luz de su contenido, resultan matizados de una forma definitiva. Si bien las limitaciones de espacio hacen necesario que esta exposición se reduzca a las aportaciones más novedosas.

Detalles formales

Antes de entrar en ellas, se impone abordar los aspectos formales de estas cartas; ya que aportan jugosas evidencias de gran utilidad en el estudio de un tema que historiográficamente presenta tantas aristas. En primer lugar, se debe destacar que se trata de textos manuscritos por el propio Serrano y que ninguna de ellas es la versión, convenientemente corregida, de un borrador previo; lo que las convierte en la primera y única expresión de su contenido.

Y no es esta la única característica que las aleja de lo que se considera una misiva formal. Ya que en ellas se pueden ver numerosas tachaduras, correcciones, inclusiones de palabras y expresiones, extensos añadidos post data e incluso “olvidos” de última hora escritos en los márgenes o en mitad del texto. Se cuentan hasta seis tachaduras, dieciséis añadidos y nueve páginas bajo el epígrafe “Olvidaba”. Todo lo cual las sitúa, en lo que a sus características se refiere, a mucha distancia de lo que cabría esperar a tenor de la formación y el cargo de su redactor, de la importancia y superioridad jerárquica de su destinatario o de la enorme trascendencia de su contenido.

Pero sin cuestionar las razones que el propio Serrano aporta para su justificación, la apariencia formal de estas cartas pone de manifiesto una cuestión de cierta relevancia. Se debe tener en cuenta que, además del personal de la Embajada, dentro de su mismo séquito, Serrano disponía de al menos tres personas de su absoluta confianza, todas ellas más que capacitadas para asumir la tarea de pasarlas a limpio. De manera que el hecho de haberlas escrito de su puño y letra no había venido forzado ni por la falta de medios materiales ni de recursos humanos.

Von Ribbentrop, en el centro, con Serrano a su izquierda y el traductor Dr. Gross a su derecha durante la cena de gala ofrecida por las autoridades alemanas en el Hotel Adlon, horas después de su entrevista del 16 de septiembre. Von Ribbentrop, en el centro, con Serrano a su izquierda y el traductor Dr. Gross a su derecha durante la cena de gala ofrecida por las autoridades alemanas en el Hotel Adlon, horas después de su entrevista del 16 de septiembre.

Von Ribbentrop, en el centro, con Serrano a su izquierda y el traductor Dr. Gross a su derecha durante la cena de gala ofrecida por las autoridades alemanas en el Hotel Adlon, horas después de su entrevista del 16 de septiembre.

Desde esta perspectiva, tras su afirmación “no he podido usar mecanógrafa”, sólo puede existir un velado recordatorio a las razones de peso que habían desaconsejado su empleo. Razones que no había que explicar a Franco y que debían ser lo suficientemente poderosas para hacer que el ministro renunciara a pasar a máquina los borradores. Y ello no sólo a costa de renunciar a una mejora sensible en la presentación de sus importantes informes, sino incluso a corregir las carencias que las versiones manuscritas presentaban en cuanto a la estructura y el orden de los asuntos tratados.

Todo parece responder a un claro empeño de blindar el acceso a su contenido; empeño que vendría motivado por la absoluta necesidad de garantizar el secreto de lo tratado en aquellas conversaciones; lo cual constituye un indicio nada desdeñable a la hora de calibrar la trascendencia de la misión que Franco le había encomendado. Algo que, a su vez, pugna claramente con la versión avalada en su día por el Régimen o con la que el mismo Serrano había ofrecido en la primera entrega de sus memorias.

El contenido

Siguiendo un orden cronológico, la serie se inicia con la carta que Serrano escribió a Franco, con fecha del 18 de septiembre de 1940, a fin de informarle del resultado de la primera ronda de aquellas negociaciones.

De ella hay que destacar, en primer lugar, su condición de prueba irrefutable de que Franco le había enviado a Berlín a negociar las condiciones en las que España estaría dispuesta a tomar parte en la guerra dentro de la alianza del Eje. Siendo este un asunto que a pesar de los años transcurridos sigue concitando una enconada polémica, es de agradecer que sea el propio Serrano quien, a través de esta carta, le ponga definitivamente fin: “(Ribbentrop) no ocultó la alegría que le producía conocer de labios míos, como persona muy próxima a ti (a Franco), la disposición de España y su propósito de intervenir en la guerra en cuanto dispusiésemos de aquellos medios”.

Al hablar de “medios”, se refería a la ayuda en el abastecimiento de cereales, combustible, materias primas y armamento que previamente se habían puesto en conocimiento del Gobierno alemán, tanto por conducto diplomático, como a través de emisarios especiales. Se confirma así lo que, en su día, había quedado recogido en el acta alemana.

Primera página de la larga carta/informe que Serrano Suñer remitió a Franco tras sus primeros encuentros con Hitler y von Ribbentrop. Primera página de la larga carta/informe que Serrano Suñer remitió a Franco tras sus primeros encuentros con Hitler y von Ribbentrop.

Primera página de la larga carta/informe que Serrano Suñer remitió a Franco tras sus primeros encuentros con Hitler y von Ribbentrop.

Pero también permite demostrar con contundencia que el conjunto de aquella maniobra de acercamiento al Eje responde más a los presupuestos de un “Franco oportunista y previsor” que a los de un “Franco alocado y belicista”. En este sentido, refuerza la idea de que el fin perseguido era aprovechar la coyuntura para cerrar un acuerdo que permitiese a España obtener los mayores beneficios a los mínimos costes. “Creo que esto (escribió Serrano refiriéndose a la firma de un acuerdo) es lo que llevaría sin riesgo inmediato para España por su propio derecho a la conferencia de la Paz”.

Por otro lado, contribuye a precisar la esencia de lo que luego sería el eje central de la Conferencia de Hendaya. En este sentido, Serrano deja bien claro que, tanto en sus conversaciones con el ministro de Asuntos Exteriores alemán como con el propio Hitler, los españoles habían ya circunscrito sus aspiraciones territoriales a Marruecos y el Oranesado. Y algo aún más importante, que estas habían sido aceptadas por Berlín, con la única condición de que sus intereses económicos en la región quedasen contemplados de forma satisfactoria.

Resulta igualmente interesante comprobar la falta de crédito que, con la vista puesta en la ejecución del ataque a Gibraltar, los alemanes otorgaban a la tesis de Franco sobre los méritos cosechados hasta entonces por España en su pretendido enfrentamiento con los “enemigos del Eje”. Todo ello, sin olvidar el certificado de veracidad que otorga al papel desempeñado por el Admiral Wilhem Canaris en relación con las peticiones de armamento o a los contactos que Franco había mantenido con los miembros de la Comisión militar dirigida por el Oberstleutnant Hans Mikosch.

La parte en la que se refiere a la entrevista con Hitler en la Cancillería, también encierra una clara evidencia de que la razón que había propiciado aquellas negociaciones, era la necesidad estratégica de Alemania de contar con España para ejecutar la operación de Gibraltar.

Además, el hecho de que Franco subrayase la mayor parte de lo expresado en relación con esta acción, es un claro exponente de la importancia del papel que la alta estrategia jugaba en todo aquello. Pero es el mismo Hitler quien se encargaría de manifestarlo en una frase oportunamente recogida por Serrano con la que, además de reconocer la importancia de la componente militar en todo este desarrollo desacredita definitivamente la tesis de que Alemania no tenía gran interés en la intervención de España en la guerra: “(Hitler) dijo que estaba interesado porque la operación de Gibraltar se hiciera con toda rapidez, ya que resolvería por sí la cuestión del Norte de Africa y del Mediterráneo”. Se pone así de manifiesto que la toma del Peñón sólo era el paso previo a la adopción de una medida de máximo alcance estratégico, como era el despliegue de lo que denominaban el “Sistema Defensivo del Espacio Euroafricano”.

Artículo publicado en Almoraima, revista de estudios campogibraltareños número 60 (abril 2024)

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