La muchacha feliz

Cuentos de estío: Los animales felices

Ilustración de 'La muchacha feliz'
Ilustración de 'La muchacha feliz' / ChatGPT

Para Gabriela Zappa

El padre cogió la puerta y se fue, ya volvería por la noche y no fresco. Ella miró a su hermano, que huía hacia la habitación como siempre. Entonces miró al viejo, deseando que no se hubiera dado cuenta de las espantadas; pero ya lo había hecho, cerró apopléjico su ojo y esbozó una sonrisa ladeada maligna... La muchacha alcanzó a decir “¡Abuelo no!” pero antes de que se terminara el estertor metálico del portal de entrada, abajo en la calle; antes de que pronunciara su primera frase musical la canción basura de su hermano en los penetrales del piso; antes de que ella alcanzara a apretar el dispositivo del espray del desodorante potente y macho que utilizaba para mitigar, en mixtura de excremento y varón salido, su hediondez: el abuelo se había cagado.

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