El chihuaua feliz
Cuentos de estío: Los animales felices
Cabezón, ojos sin foro, cuerpo de pequeñez en confuso con roedor, Susana odiaba a su perrito desde el primer día y ya pasaban doce años. A cada movimiento de la casa, cada niño transportado, cada tarde de juegos o domingo de campo, Jorge, el chihuahua, por delante con sus malas leches, sus enfados, sus glorias de ataque súbito y sus baladridos minúsculos de rata mordisqueante. Los hijos lo odiaban, el puto marido había sido el único que lo quiso desde el principio, como a todo lo demás, a ratos y por algún beneficio, y lo abandonó como a todo lo demás, para siempre y por algún beneficio; y ella le tenía más que ojeriza por eso, ¿quién se había ocupado de sus comidas?, ¿quién de sus cacas?, ¿quién de la ropa de los niños?, ¿quién del piso?, ¿quién de la abuela?, ¿quién del trabajo?, ¿quién había atendido las noches de diente, fiebre o cólico?, ¿quién los había criado?, ¿quién pasaba cada víspera, cada...? Y cerró el coche de un portazo que hizo temblar todo. Jorge, ni se quejó.
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