Un mes del ataque yihadista en Algeciras

"Desde el atentado rodeo la Plaza Alta, no la cruzo como hacía antes"

Juan José Marina, párroco de la iglesia de La Palma

Juan José Marina, párroco de la iglesia de La Palma / Jorge del Águila

El mundo se paró en la Plaza Alta de Algeciras hace un mes este sábado. El silencio se apoderó del lugar y ninguna voz destacaba por encima de las demás. El corazón de la ciudad acababa de ser atacado y el querido sacristán de La Palma, Diego Valencia, fue asesinado después de que un presunto yihadista le asestara un machetazo en el suelo frente a su templo. El mismo que, minutos antes, casi acaba también con el párroco de San Isidro, Antonio Rodríguez.

Las siguientes horas e, incluso, días vieron florecer los sentimientos que nunca antes se recordaba en Algeciras. "Estas cosas las ves en la tele, pero cuando te llega no eres capaz de procesar lo que ha pasado", comenta el párroco de la iglesia de La Palma, Juan José Marina. El vicario episcopal en el Campo de Gibraltar se vio inmerso en el centro de la conmoción que rodeó a toda la ciudad.

"El tiempo va pasando, el dolor va mitigando pero no la ausencia", explica el sacerdote, quien asegura haberse refugiado en la oración en busca de paz y perdón. La ausencia de sus pies y sus manos, como se refiere al que fue su sacristán, va calando poco a poco, pero en ocasiones no le parece real. "Hay veces que creo que está de vacaciones o de baja, como si fuera a volver", comenta.

La indulgencia en situaciones así no es fácil, más aún para un sacerdote que, como buen cristiano, predica la importancia del perdón. "Mi papel es duro porque no dejo de ser el pastor de la parroquia y para un pastor no es agradable que le maten una de sus ovejas. Yo también lo necesito porque no estaba cuando sucedió". Con todo, sí entiende que otros no sean capaces de llegar a perdonar, aunque "puede haber dolor, pero nunca construirlo desde el odio ni el rencor".

Bares de la Plaza Alta Bares de la Plaza Alta

Bares de la Plaza Alta / Jorge del Águila

Aún con el impacto del ataque, las horas posteriores se convirtieron en un torrente de mensajes de recuerdo de decenas de personalidades e instituciones y, sobre todo, de la ciudadanía de Algeciras. "Lo que sentí fue un vuelco de amor y cercanía por parte del pueblo que no tendré años para agradecer", se sincera Marina. No obstante, la presión mediática y el estar en el ojo del huracán le provocó un bloqueo "como si estuviese en una película".

Lo que no tiene el sacerdote es miedo. El ataque dio pie en la ciudad al terror intrínseco en la palabra terrorismo. "Ten cuidado", escuchaban muchos jóvenes de sus padres cuando se disponían a salir a la calle, con una punzada especial. Otros algecireños sencillamente decidieron quedarse en casa "por miedo" a que se repitiese un suceso así.

La Plaza Alta, marcada para siempre

El epicentro de la ciudad quedó marcado la noche del 25 de enero para siempre y eso no es fácil de olvidar para nadie, especialmente para quienes vivieron más de cerca el ataque. Con la iglesia de La Palma situada en este punto privilegiado, se hace complicado que su párroco no pase por ella con frecuencia, aunque con reticencias. "Ahora rodeo la Plaza Alta, no la cruzo como hacía antes", expresa un afligido Juan José Marina, quien reconoce que sigue viendo ahí la imagen de su sacristán y pasar por ella no le ayuda.

No es el único que ahora mira la plaza con otros ojos o que, al menos, ve cosas que antes no veía. Los hay que dirigen su mirada hacia el punto donde quedó el cuerpo sin vida del sacristán o al improvisado altar que se formó a base de flores y velas. Incluso algunos rehúyen de las escaleras que uso el terrorista después de acabar con la vida de Diego Valencia.

Plaza Alta de Algeciras Plaza Alta de Algeciras

Plaza Alta de Algeciras / Jorge del Águila

En los bares que rodean la Plaza Alta lo primero que hicieron cuando vieron Yassine Kanjaa portando el machete fue cerrar las persianas. Algunos camareros, aún un mes después, no quieren ni recordar lo vivido aquel día tan tenso. Lo mismo ocurrió en el estanco Roldán o en la tienda de deportes. 

Precisamente del proceso judicial que investiga lo sucedido está bastante pendiente el vicario episcopal. "Estoy pendiente por lo que me atañe personalmente y porque varios testigos son parroquianos míos. También estoy pendiente de la mujer y los hijos de Diego. Una cosa es pedir el perdón de Dios y otra que quiero que se haga justicia con un hombre que ha cometido un atentado", precisa.

El párroco de San Isidro fue el primer atacado por el terrorista y tendrá que declarar ante el juez en el mes de marzo. Después de hablar con él, Marina explica su estado:  "Antonio está pasando un proceso complicaillo. Cuando pasa el tiempo es cuando aterrizas. Tiene inseguridad y hay que respetarle, lo que no impide que siga con sus ministerios". No obstante, reconoce que han bromeado con el hecho de que "parece que Dios no quiere llevarse a los curas, porque es curioso que el terrorista quería matar a tres y acabó asesinando a un sacristán".

Ahora, solo un mes después, parece que han pasado años en Algeciras. Las calles vuelven a tener su actividad habitual, los bares están llenos, los bancos de la Plaza Alta suenan a voz de niño y las palomas disfrutan de la comida que les prestan. Las misas se desarrollan con normalidad y la fe sigue adelante. Han pasado 31 días y, como dice el refrán, el sol siempre vuelve a salir, aunque esta vez el recuerdo de lo sucedido hará que brille con un color diferente.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios