Al sur del sur

Javier Chaparro

jchaparro@grupojoly.com

Renovables sí, ¡cómo no!

El Campo de Gibraltar está llamado a jugar un papel clave, tremendamente destacado, en el futuro energético de España, pero no puede hacerse a costa suya

Pedro Sánchez, Juanma Moreno, Teresa Ribera, Maarten Wetselaar y otras autoridades, el 1 de diciembre de 2022, en la planta de Cepsa en San Roque.

Pedro Sánchez, Juanma Moreno, Teresa Ribera, Maarten Wetselaar y otras autoridades, el 1 de diciembre de 2022, en la planta de Cepsa en San Roque. / Erasmo Fenoy

Yo quiero bañarme en mares de radio / con nubes de estroncio, cobalto y plutonio. / Yo quiero tener envolturas de plomo / y niños deformes montando en sus motos. / Nuclear sí, por supuesto / Nuclear sí, ¡cómo no!”, cantaba a principios de los 80 Aviador Dro, con fríos acordes electrónicos y espíritu premonitorio, como vino a demostrar la tragedia de Chernóbil en 1986.

Entonces, casi como ahora, el sueño de todo individuo con conciencia social y medioambiental pasaba por un futuro pintado en verde, en el que tanto la energía nuclear como la dependiente de los derivados del petróleo fuesen relegadas en favor de las renovables. El gran hándicap, grosso modo, ha sido hasta hace bien poco la inestabilidad en la producción energética de esas últimas: ni hay sol las 24 horas del día ni el viento sopla siempre con la suficiente fuerza como para activar las palas de los molinos.

El giro dado por los países más desarrollados y, particularmente, por la Unión Europea, viene de la mano del hidrógeno, un elemento que no genera residuos al combustionar, almacenable y cuya producción es posible a partir de la electricidad generada por fuentes renovables. Plantas químicas de medio mundo ya producen hidrógeno desde mucho tiempo atrás, empleando electricidad a partir de carbón, metano o gas natural; la clave ahora es que esa electricidad venga por fuentes naturales como el viento y el sol. El resultado es el hidrógeno verde. ¿Qué mejor lugar que Andalucía para producirlo? Si hablamos del Campo de Gibraltar -como de Huelva- le sumamos otras dos ventajas: la experiencia industrial de ambos entornos geográficos y la existencia de grandes puertos para comercializar el producto.

Son muchas las empresas con planes de hidrógeno verde para el Campo de Gibraltar. Es el caso de Cepsa, cuyos planes desvelamos hoy en Europa Sur. Para empezar prevé la construcción de dos grandes parques solares con capacidad para generar 257 megavatios de potencia. Esa producción será suficiente, de momento y sin descartar nuevas ampliaciones en función de la demanda (como las derivadas del sector de la automoción por carretera), para cubrir las necesidades de su parque energético de San Roque, el más grande de su sector en España, y quizá de otras empresas del polo industrial. También para producir amoniaco y metanol verdes, este último dirigido al transporte marítimo a gran escala. Por lo que se refiere a las instalaciones de la compañía en Palos (Huelva), estas se destinarán, a priori, a la producción de hidrógeno verde destinado preferentemente a la aviación

Una decena de proyectos en el Campo de Gibraltar

Cepsa no está sola en estos planes, ya que el Campo de Gibraltar suma una decena de proyectos vinculados al hidrógeno verde. No en vano, la guerra de Putin en Ucrania y las consiguientes restricciones a la importación de gas natural ruso han acelerado los planes diseñados por la UE para lograr su soberanía energética, reduciendo de paso las emisiones de gases de efecto invernadero en el continente en un 55% en 2030.

El camino está trazado y tiene difícil vuelta atrás, pero no está exento de riesgos. Hace no muchos años se requerían 4 hectáreas para producir un megavatio a través de energía solar, pero hoy la tecnología de última generación permite producir ese megavatio ocupando únicamente una hectárea. Y aun así, el peligro de alicatar los campos y montes con placas solares está presente. Y casi lo mismo podemos decir de los aerogenadores, si bien su implantación puede ser compatible con actividades agrícolas, principalmente, con cultivos de secano.

Desde esa perspectiva y de entrada, la preocupación de los ayuntamientos afectados está más que justificada, por más que se anuncie un maná de miles de millones de euros de inversión y la creación de centenares de empleos. Más de 70 municipios se han unido en Andalucía para frenar un tsunami de parques de producción de energías renovables, que en toda la comunidad suman 1.200 proyectos, y evitar que proliferen sin una planificación global previa.

En el caso Cepsa, la compañía hace años que inició en el Campo de Gibraltar un prolijo proceso de diálogo -con todas las administraciones, con los dueños de los terrenos seleccionados, con colectivos vecinales y con los ecologistas (de estos, los que han querido hacerlo, que no todos)- para exponerles sus planes y pactar la construcción de sus dos parques. La empresa no quiere recurrir a la expropiación forzosa de los suelos, una posibilidad existente al tratarse de proyectos declarados de interés general, pero no está siendo así con otras firmas y otros parques.

En mayor o menor medida y salvo La Línea de la Concepción, por su exiguo término municipal, todas las localidades de nuestra comarca están potencialmente llamadas a acoger plantas solares y eólicas, estén o no destinadas a alimentar la producción de hidrógeno verde, así como la líneas eléctricas destinadas a evacuar la energía producida hacia las subestaciones correspondientes. El margen de maniobra de los ayuntamientos es, a veces, muy limitado y la servidumbre derivada de los proyectos tremendamente excesiva porque tienen un gran impacto sobre el paisaje y acotan el crecimiento urbanístico. El Campo de Gibraltar está llamado a jugar un papel clave, tremendamente destacado, en el futuro energético de España, pero no puede hacerse a costa suya. Muchas de las hipotecas del pasado aún están pendientes de ser pagadas.

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