Al sur del sur

Javier Chaparro

jchaparro@grupojoly.com

El principio de autoridad

La amenaza sigue ahí, a la vuelta de una esquina, porque las mafias no dejan de reforzarse

Todos recordamos cuando, hace cosa de cuatro años, las bandas del narcotráfico alteraron su modus operandi para iniciar una escalada de violencia progresiva que, en pocos meses, mandó al chatarrero un buen número de coches patrulla. La estrategia era siempre la misma: cada vez que los delincuentes hacían un transporte de droga, lanzaban siempre por delante un potente todoterreno que, a modo de ariete, se empotraba sin miramientos contra los controles policiales para despejar el paso a toda una caravana de vehículos cargados de hachís. Si afortunadamente no le ocurrió nada grave a un agente, en lo que algún responsable político denominó entonces como "incidentes puntuales", fue gracias a la intercesión de todo el santoral y a la pericia de los policías, guardias civiles y agentes de Aduanas para salir ilesos ante dichos ataques, que, por lo demás y si no había sido posible requisar la droga, solían ser tipificados penalmente como delitos por conducción temeraria y manejo de vehículo robado bajo los efectos de la droga. Pecata minuta y vuelta a las andadas.

Con todo aquello se pudo acabar por dos vías: con el aumento de los medios humanos y materiales a disposición de los Cuerpos y Fuerzas de seguridad del Estado -decisivos fueron los primeros pasos dados a este respecto por Juan Ignacio Zoido y, muy especialmente, por Fernando Grande-Marlaska, al frente del Ministerio del Interior- y con los contactos reservadísimos que determinados mandos establecieron con los líderes de dichas redes del narco para que metiesen en vereda a los recién llegados al negocio de la droga, jóvenes inexpertos con la testoterona disparada y con ganas de hacerse pronto con un espacio y un nombre propio, así fuera manchado en sangre.

Poco a poco y con mucho e impagable sacrificio por parte de los agentes encargados de bregar a diario con esa fauna, se logró restablecer el principio de autoridad en las calles, perdido durante demasiado tiempo. No se trata de ningún juego, sino de un difícil pulso, permanente y con consecuencias a veces trágicas, como hemos tenido ocasión de comprobar este sábado a la vista de las graves heridas sufridas por un inspector de la Policía Nacional en Algeciras, atropellado por uno de esos todoterrenos.

El hecho de que en el plazo de tan solo tres días se hayan producido cuatro enfrentamientos directos de los narcos con agentes de la autoridad -además de en Algeciras, en La Línea, Bornos y la Costa del Sol- debe servir para recordarnos que la amenaza sigue ahí, a la vuelta de una esquina, porque las mafias no dejan de reforzarse y que, en consonancia con ello, es preciso redoblar los medios de los que disponen los integrantes de las fuerzas de seguridad. Admitir la gravedad de la situación sin poner paños calientes es el primer paso para mantener el principio de autoridad.

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