Con los mismos collares

La salida de Íñigo Errejón es la culminación del "remake" de las escenas estudiantiles de los sesenta

Desde que el podemismo irrumpió en la política española, tengo la sensación de estar ante un fenómeno paralelo al de los movimientos estudiantiles de la década de los años sesenta. A mí me cogieron en primera fila; terminaba la carrera y empezaba el doctorado dando los primeros pasos como profesor universitario. Por si fuera poco, mi ámbito de aprendizaje y ejercicio era, aparte del de las universidades madrileñas, el territorio europeo de habla francesa. Ese idealismo romántico del "il est interdit d'interdire" (está prohibido prohibir) -Jean Yanne dixit- que inundó los campus de Europa y de América, nos vacunó a muchos contra el adanismo; es decir, contra el supuesto ficción de que hay que empezar de nuevo sin tener en cuenta nada y sin contar ni con lo que hay ni con lo que pasa. Algo así como poner a cero el calendario y los relojes: "Tout est fini, recomençons" (Todo ha terminado, empecemos de nuevo). No les faltó entonces ni les falta ahora (ni les faltará nunca) el padrinazgo intelectual de algún genio de barba y sayo, para el que todos los demás estamos en Babia.

Para desempeñar ese papel de enredador de masas desocupadas, que quisieran habilitar un paraíso laico donde estuviera prohibido prohibir y no importara pecar, hay que ser joven, profesor primerizo, haber trabajado poco y no tener demasiadas ganas de ponerse a ello. Tiene razón Alberto Núñez Feijóo cuando se refiere a esos "políticos adolescentes" que pululan por la escena en la que él espera entrar en su momento. Bien es verdad que lo dice mirando hacia atrás con ira y disimulo. Pero la frase viene a pelo para referirse no sólo a la falta de sentido de Estado, sobre todo de la izquierda, de la clase política española, sino también a la afición a creerse salvador de la patria y en posesión de la verdad, desvirtuando la acción política y convirtiéndola en el juego de lo imposible; en una pérdida de tiempo desenfocada de los objetivos para los que ha sido concebida.

La salida al tablao, no por más esperada menos triunfal, estrenando nuevo rol, de ese "petit enfant ambigu" que es Íñigo Errejón, es la culminación de la nueva versión, del "remake", de aquellas viejas escenas estudiantiles de los sesenta, que sirvieron para lo mismo que servirán éstas (en el mejor de los casos): absolutamente para nada. Revístanse los lectores de Maigret o de Holmes y busquen; no es tan difícil, siguiendo el móvil, encontrar al asesino.

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