La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

De los lunes al sol a las jornadas en blanco

Cada vez quedan menos comercios de muebles y estamos a un minuto de perder las sastrerías de referencia

Entre los cambios sustanciales que ha provocado la pandemia que sufrimos se encuentra la de los comerciantes que padecen los días en blanco, sin una sola venta. Que no todos son bares y hoteles. Que le pregunten a los joyeros, a los relojeros o a los sastres. El otro día nos cruzamos con uno que nos soltó toda una sentencia. "Hemos pasado de los lunes al sol a los días en blanco". Y el hombre detalló cómo había jornadas que echaba el cierre sin haber vendido una corbata de seda pesante, un pañuelo de algodón egipcio, una camisa de confeccióm ajustada al cliente o unos pantalones grises multiusos. "No te puedes hacer una idea de la de días que llevamos sn vender absolutamente nada". Son los otros efectos del teletrabajo: los cafés que deja de servir el bar y los artículos que ya no venden los comercios que están cerca de esa sede de la Junta de Andalucía donde tantos funcionarios compran los detalles que regalan en Navidad. No sólo cierran bares. También lo hacen las tiendas de muebles clásicos. Si la multinacional sueca supuso el primer puyazo para el sector, esta pandemia ha dejado a Sevilla sin comercios de muebles de alta calidad por falta absoluta de clientes. No están los tiempos para caobas, sino para salir del paso. ¿Y qué me dicen de las papelerías? Ha pegado el cerrojazo la de Argüelles de la calle Imagen, donde tantos alumnos del San Francisco de Paula y tantos arquitectos compraban su material de estudio y trabajo. El local ya ha colocado la esquela: se alquila. Hay sastres que continúan su actividad sin saberse cómo. Sin actos sociales, con las bodas con menos de un cuarto de aforo, sin fiestas mayores y con el personal de alta dirección dando órdenes desde casa y en pantuflas, ya me dirán quién se encarga un terno, mucho menos a medida. Si ya era difícil encontrar un cliente que pagara por una traje cortado por un maesro sastre, quién lo hará ahora en esta ciudad desarrapada, sin ni siquiera cotillones y con tantos meses de calor por delante. A un cuarto de hora estamos de que caiga la primera sastrería en la ciudad donde siempre ha brillado este gremio con luz particular, con hermandad y patrona propias. Pidamos a la Virgen de los Reyes de la Parroquia de San Ildefonso para que se acaben esos días en blanco, como se terminaron aquellos crueles lunes al sol que disparó la crisis de 2007. Las sastrerías, además, son depositarias de un estilo añejo de concebir el comercio, de una atención personalizada en desuso en un mundo globalizado, con comercios donde ya no hay sillas para los clientes, sino un frío autoservicio que te deja directamente de pie y helado.

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