La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Referéndum con farolillos

La consulta sobre la duración de la Feria extiende la imagen de una Sevilla obsesionada con sus fiestas

Ventajas de ser sevillano: vamos a votar en referéndum mucho antes que los catalanes. Además, por un tema de verdadera enjundia e importancia. No vamos a decidir si nos separamos o no de España, que eso puede estar al alcance de cualquiera, sino si queremos que la Feria empiece un sábado y dure ocho días o queremos que arranque un martes y dure sólo seis. El alcalde que llevaba en su programa la fórmula corta y que fue apoyado por una mayoría suficiente de ciudadanos para subirse al sillón, ha decidido que un tema de tantísima gravedad no puede ser dilucidado en una votación del pleno municipal y requiere el concurso de los vecinos todos. Así que en cuanto los fuegos artificiales pongan broche de oro a las noches de luz en el Real –como se dice en las crónicas cursis que, por lo que se lee vuelven a estar de moda– se abrirá un proceso de votación telemática. Sevilla vuelve a demostrar que es una avanzada en la aplicación de las nuevas tecnologías. Por si alguien lo dudaba.

Lo mejor de todo es que no es la primera vez que nos hallamos ante un hecho tan trascedente. En 2016 quien entonces estaba en la Alcaldía hizo lo propio y amplió la Feria tras una consulta ciudadana que fue valorada en el resto de España como una muestra preclara de dónde estaban las preocupaciones verdaderas de Sevilla, una ciudad que no tiene precisamente motivos para presumir de potencia económica o de dinamismo social. No se olvide, por ejemplo, que tiene el estigma de reunir los barrios más míseros y de mayor exclusión social de toda España. Se pueden imaginar los titulares con los que el referéndum de la Feria fue valorado en periódicos y televisiones de todo el país. Por lo menos, en Sevilla se sabía que lo que el alcalde quería revestir de clamor popular eran las presiones de poderosos sectores de hoteleros y hosteleros para que el negocio de la Feria lo fuera más aún.

Pero con el tiempo se ha visto que la fórmula no funciona. Y el alcalde vuelve a caer en el error. La consulta sobre la duración de la Feria es una elusión del deber del gobierno de tomar decisiones y roza un populismo preocupante. Transmite la imagen de que lo más importante que hay en la ciudad es el número de días que están encendidos los farolillos. Sevilla vuelve a quedar como una ciudad en la que la fiesta lo preside todo y lo demás queda en segundo plano. Así nos va, pensará más de uno.

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