Gibraltar, tiempo de diálogo

Hay una oportunidad que no se repetirá en muchas generaciones para alcanzar un acuerdo sin vencedores ni vencidos

Toda crisis genera una oportunidad. Se ha escrito tantas veces este dicho que parece un lugar común vacío, pero lo cierto es que hay algo de verdad en esa afirmación. Efectivamente, en el caso de las controversias sobre Gibraltar la crisis provocada por el resultado del referéndum sobre la salida del Reino Unido de la UE el 23 de junio de 2016 que confirmaron la voluntad británica de abandonar el proyecto europeo, proporciona la oportunidad de diseñar un nuevo marco de relaciones jurídicas de Gibraltar con la Unión Europea. Lo cierto es que el diseño de una nueva estructura de relaciones era totalmente necesario y parecía difícilmente realizable antes del proceso del Brexit.

La realidad de Gibraltar como entidad política singular es el resultado de una compleja evolución histórica que se inicia con la toma de la ciudad el 4 de agosto de 1704 por una coalición partidaria de uno de los pretendientes a la corona española, en un entorno geoestratégico único. Igualmente, la condición de pueblo gibraltareño con unos elementos propios y distintivos es el resultado del citado proceso histórico y un conjunto de avatares y circunstancias que han definido la identidad gibraltareña.

Durante muchos años el encaje jurídico e institucional de España con Gibraltar no ha sido nada fácil. La pesada losa del franquismo nos dejó una herencia envenenada y todavía estamos sufriendo las consecuencias de la desastrosa decisión del cierre de la Verja que tanto daño ha hecho a ambos lados. En el momento del ingreso del Reino Unido y de Gibraltar en las entonces Comunidades Europeas España todavía estaba en el agujero negro del totalitarismo franquista y excluida de gran parte de organizaciones internacionales, por lo que no pudo participar en la negociación del estatuto jurídico de Gibraltar en el marco europeo. La España democrática ha convivido con ese estatuto y la falta de una política de Estado en relación con Gibraltar nos ha impedido tener un marco normalizado de relaciones transfronterizas, salvo el breve período del Foro tripartito de Diálogo con el Ministro Moratinos.

Pues bien, la salida de Gibraltar de la UE conduce necesariamente a cambiar por completo el encaje jurídico del territorio con su entorno, la UE y, en consecuencia, España. El principio de acuerdo de Noche Vieja inicia la vía de negociación, confirmada por la Comisión recientemente, bajo la necesidad de un mayor equilibrio en las relaciones. Los desafíos son mayúsculos y estamos ante una oportunidad que no se repetirá en muchas generaciones para alcanzar un acuerdo en que no haya vencedores y vencidos. Si solo hay vencedores a ambos lados de la Verja será un buen acuerdo. Es tiempo de diplomacia, tiempo de diálogo.

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