El recodo
Inmaculada López Marcenaro
Tiempo y amistad
La colmena
Según quien viniera a casa, hacía desaparecer el libro, lo ponía discretamente boca abajo o me permitía dejarlo a la vista. La culpa la tiene el título: A cuatro patas. Es la primera vez que me ocurre. Nunca he sido lectora de esas revistas guarras con las que traficaban mis compañeros de instituto (ni siquiera sé si había para nosotras) y mis incursiones en la literatura erótica han sido más que comedida, de algún clásico como Nabokov a la trilogía (que todo habremos leído) 50 sombras de Grey. Más por no quedarme out que por interés.
Lo cierto es que no sé catalogar la novela de Miranda July (The fours en inglés) que medios de referencia como New Yorker y el New York Times han etiquetado como el mejor libro de ficción del año. Entre sofocos, tampones y hormonas desatadas por la menopausia, he sudado leyendo algunos paisajes, otros me han incordiado, por momentos me he sentido tan libre y poderosa como la protagonista y, con su misma sensación de precipicio, he podido sentir el abismo y hasta ponerme cachonda. Igual no debería escribir esto en una columna de periódico. Pero me he contagiado. Por qué no atrevernos a escribir sin filtros; por qué no atrevernos a leer sin filtros.
De la historia que la escritora estadounidense nos arroja de forma irreverente y provocadora me ha interesado el qué y el cómo. No hay nada de glamour ni de previsibilidad contando cómo una mujer de 45 años lidia con su ocaso sexual y entra en conflicto con su propia identidad. Hija de escritores y editores (fundadores de North Athlantic Books), la misma autora tiene un hijo no binario (el hije de A cuatro patas), una relación de pareja poco convencional y una trayectoria profesional alternativa que incluye una cadena de cine independiente feminista. Toda su obra, en realidad, de la literatura y el cine hasta el arte performativo y digital, está atravesada por una mirada íntima, intensa y visceral tan vulnerable como excéntrica. Pero honesta, siempre, y por supuesto auténtica. Todo en Miranda July está en las antípodas de la IA. El sin tapujos de su narrativa nace de lo cotidiano pero se aleja de lo vulgar a golpe de humor ácido y de cruda sinceridad.
Vivimos tiempos grises y descafeinados donde hasta el concepto de experiencia viene prescrito por ChatGPT. Por qué no atrevernos a ponernos a cuatro patas. No como sumisión, no como conformismo borreguil, sino sabiendo (como nos recuerda Miranda July en su libro) que la postura de perrito, al contrario de lo que podríamos pensar, es la más estable si queremos que no nos tiren.
También te puede interesar
Lo último