Queridos Magos de Oriente: Anteponiendo mis disculpas por tener el atrevimiento de dirigirme a SS.MM. cuando ya hace mucho que se me pasó la edad apropiada para escribirles, recurro a su magnanimidad para que sea atendida mi solicitud. En sentido estricto no les pido que me traigan nada, antes al contrario, mi intención es que se lleven algo suponiendo que, una vez aliviadas de su voluminosa carga de juguetes, las eficientes reatas de camellos que utilizan como medio de transporte hagan el viaje de vuelta de vacío.

Sabiendo de la irregularidad de mi petición, me apresuro a justificarla con dos sencillos argumentos. En primer lugar y sin ánimo de ofenderles, en el evidente descenso de su popularidad provocada sin duda por la fuerte competencia que les hacen -beneficiados por la artera maniobra de ir unas fechas por delante de Vds.- Papá Noel y sus secuaces (Santa Claus, San Nicolás o el recién conocido por mí -gracias a mis nietos- Samichlaus) y en segundo término en el hecho de que España es uno de los últimos bastiones en que todavía les ganan la batalla a estos intrusos navideños.

Como les supongo enterados de nuestra desastrosa situación política y económica, creo que estarán conmigo en que su actividad se verá tan seriamente afectada como la de miles de empresas españolas que han tenido que echar el cierre o están en el trance de hacerlo y no resulta disparatado pensar que, a pesar de su ancestral solvencia, a su "negocio" también le acecha la quiebra. Por tanto, mi sugerencia es que Vds. nos echen una mano para sacar a flote el país y así, de camino, puedan garantizarse sus viajes de epifanía durante unos cuantos años más. El método que sugiero es la reducción del gasto público y qué mejor forma de hacerlo que eliminando una serie de instituciones que aún siendo perfectamente inútiles (excepto para quienes forman parte de ellas) nos cuestan un ojo de la cara.

Los españoles nos sentiríamos muy aliviados si SS.MM. nos hacen el favor de cargarlas en sus camellos para depositarlas en los lejanos confines de donde vienen. El Senado (destino turístico nacional para políticos jubilados); la mayor parte del Congreso (con la disciplina de voto que "de facto" opera en los partidos políticos es todo un derroche mantener a más de 500 diputados solo para apretar botones); los Parlamentos Autonómicos (fastuosas "cuevas" donde se reúnen los aventajados discípulos ibéricos de Alí Babá); el Parlamento Europeo (un asilo de lujo como el Senado pero… en Bruselas); los sindicatos y sus despabilados liberados (especialistas en chupar de la teta estatal); las televisiones autonómicas (órganos de propaganda de los reyezuelos regionales) y un sinfín de fundaciones, patronatos y asociaciones cuyo único objetivo es repartirse las prebendas que -a cambio de una incondicional pleitesía- reparte el poder. Si nos hiciesen el inmenso favor de liberarnos de todas ellas, España se quedaría con una administración más razonable, más eficiente y, sobre todo, más barata y que, además, estaría al servicio de los ciudadanos y no al de la legión de parásitos que ahora la engordan.

En nuestro favor tengo que decir que los españoles somos gente resignada y que soporta sin rechistar los desmanes de sus gobernantes. Sin embargo, si se diera el caso de que Vds. opinasen que no damos la talla permaneciendo impávidos ante quienes nos destrozan el país, les ruego que se abstengan de traernos el consabido carbón… ¡Ya tenemos bastante con el que nos da el Gobierno!

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