El liberalismo bien entendido empieza por una misma, pensará la banca. Contrasentido: que como liberal me preocupen el mercado y la libertad de mercado porque lo que me encuentro es un Estado protegiendo a la empresa (no a la pequeña, que no es más que buscarse la vida) hasta fundirse con ella por encima de la libertad, así a lo Stalin, o yendo ya al absurdo absoluto: a lo Trumpmilei, golfos que vociferan libertad para arrebatársela a quienes con el trabajo mantienen sus niveles de riqueza.

No hay mercado sin consumo; al mercado le debe preocupar la capacidad de consumo de una sociedad porque, en un bucle, el beneficio y su sostenibilidad en el tiempo dependen de esta magnitud. Ser liberal es no intervenir, procurar que este movimiento perpetuo se mantenga equilibrado. La economía de producción real hasta la eclosión del petróleo y sus ventajas en el transporte era localista y sostenida, sostenible, una prenda o una tienda duraban, la aspiración estaba en tener capacidad de compra manteniendo ingresos dignos para todos. A mayor inversión y mayor riesgo, la ganancia podía incrementarse, sin duda. Pero llegaron los neocóns a partir de 1989 para hacerse chinos, es decir, forrarse con el Estado convertido en garante principal no de ese equilibrio sino de la explotación más burda; esto es, neoliberales con espíritu sovietizante. Rompieron el bucle de la economía productiva en favor de la especulativa: sin producción real, la inversión entendida como objetivo en sí misma (sus beneficios), pergeñaron la gran teoría complejísima: ¿Cómo me quedo más tarta siendo cuatro a repartir?, pues quitándosela a los otros, el milagro de reducir costes laborales para multiplicar exponencialmente ganancias... y hasta hoy.

Transmutación de los metales: el que dice ser liberal es comunista, la izquierda hoy es más liberal que los capitalistas. Cojan los presupuestos del Estado y sumen eso que éstos denominan la sopa boba, la caridad estatal... y comparen el resultado con lo que el Estado aporta en préstamos (de devolución dudosa), subvenciones, ayudas, compensaciones, estímulos (para que no se vayan), impuestos en desproporción con quienes menos tienen, subterfugios para no pagar e infraestruturas que benefician al establecimiento o consolidación de negocios...

Desayuno con los datos de las ganancias duplicadas de la banca en un año: despidiendo personal, cerrando oficinas, subiendo desaforadamente las comisiones (¡200 euros al año!), dejando tirados en la calle a los clientes por servicios ¡pagados!, conchabando las bajadas de intereses, no pagando réditos, negando préstamos e hipótecas leoninamente, y echa uno de menos un Estado liberal que cuidara más del mercado y sus consumidores e interviniera esta banca iliberal, en vez de estalinizarnos para que estos comunistoides nos exploten acercándonos cada vez más a la esclavitud y el analfabetismo político, que suelen ir de la mano antes de las guerras mundiales.

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