Buscamos la paz, porque preparamos la guerra. Noto un ambiente prebélico anunciado por Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, los presupuestos de armas suben y sus industrias hacen caja desaforadamente. Esta época degradada que nos toca vivir no puede, y me tiembla la mano al escribir, acabar de otra manera. Lo triste es observar que la guerras siempre son ideológicas, esto es, económicas; y siempre las configuran los interesados con demagogia, propaganda, porque la gente de a pie sólo desea sobrevivir, para acabar defendiendo lo que al poder (lujo) conviene, siendo su propia destrucción. El primer paso para entregar nuestros cuerpos es negarse a entender lo que promueve quien quiere la guerra, hacernos eco de sus mentiras. La Educación se pensó para abordar estas lagunas de forma democrática, que una ciudadanía dignificada tuviera acceso al criterio de pensar y decidir. Cuando esto no funciona nos falla la memoria (histórica).

¿Cómo han conseguido hacer pensar a una parte considerable de la población mundial, condenada a criar su prole en precario, que el socialcomunismo es enemigo de la prosperidad? No hace falta convencer a nadie de los horrores de una dictadura como la soviética, las megalomanías hispanoamericanas, la crueldad híspida de nuestra China horripilante, o las locuras genocidas camboyanas, etc., sólo la psicopatía puede justificar esas sinrazones. El marxismo ha sido la única e indiscutible garantía de prosperidad real para la mayor parte de la población mundial, liberada de una forma de esclavitud tecnificada a causa de la revolución industrial y sus consecuencias. Sostener que la Sanidad, la Educación, la negociación de jornadas laborales, de salarios, de derechos básicos y hasta el sufragio universal formaban parte de los planes sociales de los capitalistas es olvidar que de fondo se justificaba todo con: Dios (el orden), Patria (la Historia) y Familia (la raza o clase).

Oír a quienes deben todo a las doctrinas progresistas el mantra de equiparar comunismo y miseria, es una demagogia y una falta de perspectiva histórica propia del triunfo de los valores de nuestro tiempo: Verdad, Bandera y Dinero. Qué injusticia para quienes, desde los primeros derroteros de los abusos, han defendido la moderación, la dignidad y la igualdad de oportunidades, que en eso consiste ser de izquierdas. A ellos debemos todo, porque la riqueza no existiría si no es para beneficiar a quien invierte y sin quien, por sus circunstancias, se ve obligado a ceder una parte de la producción de su esfuerzo: todo eso de la creación de puestos de trabajo, del progreso, del crecimiento son las mentiras de la explotación, y usted se las cree. No, la izquierda actual no busca correr por las estepas rusas, ahora va por allí un fascista peligroso, la izquierda actual atontolinada e incapaz de despertar a sus representados tiene la responsabilidad de haberse dejado cubrir por una extrema derecha que, por sus beneficios, lleva varios años preparando una gran colisión de civilizaciones: mentira, sólo es dinero, usted, yo, sus hijas, sus nietos, somos el combustible.

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