El curso académico 1957/8 fue para los que estudiábamos en el Instituto lo que hoy llamaríamos en román paladino, "la secundaria" -para nosotros "el preu"-, un curso de ensoñaciones universitarias. Mi promoción fue una de las mejores entre las que produjo esa querida institución. La anterior -la primera del "preu"- fue excepcionalmente brillante y debió de contagiarnos. La Universidad nos esperaba: Sevilla para unos cuantos, Granada para otros y Madrid para algunos.

El sistema educativo, que se iría deteriorando hasta culminar en el caos no concluso de hoy día, permitía a los estudiantes acceder a la Universidad sin restricción alguna. Pero el primer año universitario era selectivo y existía en todas las universidades. A mí me tocaba Sevilla y en la capital viví un período fascinante de mi vida. Mi patrona, doña Encarna, de Zalamea de la Serena, era firme como un junco y fuerte como una pita de un secarral mediterráneo.

Los tres primeros meses de curso, últimos del año 1958, a las diez de la noche nos pegábamos a la vieja radio de doña Encarna, pendientes del "parte" de Radio Nacional de España. Esperábamos con ansiedad que el "diario hablado" nos contara cómo se desarrollaban los acontecimientos en torno a la lucha de aquellos idolatrados héroes que desde Sierra Maestra en Cuba trataban de derrocar al dictador Fulgencio Batista. Finalmente, el primer día del año 1959, Fidel Castro, Ernesto Guevara, Camilo Cienfuegos, Huber Matos y otros muchos combatientes entraron en Santiago de Cuba. El apoyo que el pueblo y una buena parte de la burguesía prestaron a la rebelión fue decisivo. La crisis generada por la caída del precio del azúcar y la degradación de la sociedad cubana contribuyeron definitivamente a un rápido cambio en las relaciones de poder.

No podíamos suponer que lo que nos parecía la liquidación de una tiranía no fuera sino el nacimiento de otra más dura si cabe que la liquidada. Y no menos injusta ni menos sangrienta. Muchos dijeron "no es esto, no es esto". Y entre ellos, Huber Matos, uno de los comandantes más activos de la revolución cubana. Sus memorias son de obligada lectura para el que quiera documentarse: "Cómo llegó la noche" fue publicada en 2002, en Barcelona, por la editorial Tusquets.

Ahora acaba de desaparecer la carcasa del mito, pero ni mucho menos el mito. Para estas cosas las oligarquías que subyacen a la izquierda profunda son de una habilidad inconmensurable.

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