La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Manolo Huelva

Se puede decir con Rafael Montesinos que el Calvario le iba a Manolo Huelva en la sangre

El pasado viernes la parroquia de la Magdalena casi no podía contener la multitud reunida para asistir a la misa de la Hermandad del Calvario por el alma de quien fue su Hermano Mayor, don Manuel Huelva Florido, Manolo Huelva para su familia, amigos y hermanos del Calvario. En su caso no es fácil establecer jerarquías entre familia, amistad y Hermandad. Además de pertenecer a varias juntas de gobierno y ser Hermano Mayor, era el hermano número cuatro de la corporación y durante 40 años -como antes su padre y ahora su hijo- fiscal de la desnuda Cruz de Guía que abre el severo cortejo de su cofradía.

Los Huelva del Calvario. Don Joaquín, que falleció siendo mayordomo, o doña Enriqueta, camarera de la Presentación que fue portada del Abc junto a la Virgen de su devoción el año 1935 en que estrenó su personalísima corona "de los aventadores". Se puede decir con Montesinos que el Calvario le iba a Manolo en la sangre. Como a los suyos. A Cristina, su mujer, y a sus hijos Manuel, que ahora tiene en la cofradía la responsabilidad que antes tuvieron su abuelo y su padre, y Cristina, miembro de la actual Junta de Gobierno. Tras ellos vendrán sus nietos uniendo en el Cristo del Calvario a los vivos con los muertos y a estos con los que aún no han nacido. De alguna manera la devoción a unas sagradas imágenes aunando generaciones representa con los medios humanos el misterio de la comunión de los santos.

Tras la misa su hijo pronunció unas emocionadas palabras de agradecimiento a la Hermandad y los hermanos. "No sé si podremos devolveros tanto como nos habéis dado", concluyó. No podrán. Nadie puede. No por el cariño con que muchos les han acompañado en los días difíciles, sino porque no hay forma de devolver a una Hermandad el don de sus imágenes. Se puede corresponder a las atenciones recibidas pero, ¿cómo hacerlo al don del Calvario? Familia, devoción y Hermandad son una realidad indisociable en la transmisión de una fe para ellos representada por el sereno, severo y hondo Cristo del Calvario y por la dulce y discreta Virgen de la Presentación. Familia, devoción y Hermandad, como una sola y misma cosa, han puesto suelo firme bajo sus pies y abierto un horizonte eterno ante la muerte dando sentido a sus vidas y consuelo a su dolor. ¿Cómo corresponder? De esto van las hermandades y cofradías, no de otras cosas de las que se suele hablar y escribir.

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