Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

¡Felicidades!

Si estás en varios grupos o 'chats', es más que probable que todos los días tengas que saludar la onomástica de un allegado

España es un país dado a felicitar a los allegados no ya por el recuerdo del día en que nacieron, sino por cosas tan peregrinas como la onomástica, y hace unos días, en el día de las Marías y una buena pila de otros nombres de la Virgen, uno de estos allegados se declaraba objetor de parabienes y buenos deseos señalados en el calendario año tras año. Le corroboré la objeción, para qué discutir por bobadas: "Tendría hoy que pasarse uno medio día repartiendo felicitaciones a diestro y siniestro". Pero no, él no lo decía por eso, sino porque su nombre pasaba inadvertido desde la infancia entre santos de masivo seguimiento y arcángeles. Él, por supuesto, no era una María ni una Asun, pero tampoco un otrora popular Pepe, Antonio o Manolo (hoy Manuel, Martín, Lucas, Hugo). Hay astillitas que se clavan de pequeños en nuestros corazones y ya no nos abandonan nunca. Cada uno lleva las suyas: su nombre, sus centímetros de altura, cintura u otros cualquiera; sus dioptrías, sus herrajes de la boca, hoy brakers, que han devenido en un mínimo sanitario tras pasar por ser algo fashion y hasta síntoma de estatus familiar.

Los que tenemos dos nombres, algo muy sesentero y setentero en España, nos dejamos felicitar dos veces. Yo suelo decir que, a fin de cuentas, a estas alturas de la vida, lo más que le pasa al amable felicitante es que le caiga una convidadilla del felicitado. Lo de internet es ya caso digno de ensayo de patología social colateral: si estás en varios grupos o chats, es más que probable que todos los días sin excepción tengas que saludar la onomástica de un allegado -a quien no ves nunca-, y como desde el colegio no nos gusta señalarnos, si alguien abre la espita de los emojis besucones y los signos de exclamación, todos a una, Fuenteovejuna. ¡Felicidades, Rodrigo! ¡Felicidades, Clara! (Sí, lo confieso, yo sigo poniendo esas comas vocativas que se colocan antes del nombre de la persona a quien uno se dirige). Hace también unos días, cuatro en concreto, recibí varias felicitaciones de conocidos italianos, que no celebran los santos. Algunas de ellas bajo sospecha de haber sido enviadas a toda la agenda del móvil, frigoristas, pizzerías y carabinieri incluidos. El 15 de agosto se llama en Italia ferragosto, y es una fiesta laica, tan laica que consiste en un éxodo masivo hacia la playa o la montaña, y no de romería. No sé yo si es para felicitarse, la verdad. Y más con la que está cayendo, que no es poca y vuelve a ser mucha tras el dolce far niente y la inconsciencia de sandía y siesta interminable. En fin, ¡se agradece!

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