Dícese del puerto

El límite del puerto no estará más allá de lo proyectado, que lo es a medio y largo plazo

En el formidable marco del Hotel Palace, en el Madrid más conocido y visitado, el presidente de la Autoridad Portuaria, Gerardo Landaluce, dio una espléndida conferencia sobre nuestro puerto, su presente y su futuro más allá del corto plazo. Un auditorio, que para sí lo querrían los más conspicuos personajes de la sociedad, la industria y el comercia de aquí y de allá, siguieron la brillante disertación del presidente. Su conocimiento de la realidad social y económica que envuelve a la actividad portuaria, quedó de manifiesto, pero lo que creo debe ser destacado sobre todo lo demás, es la claridad expositiva y los recursos audiovisuales y de difusión acudidos. Treinta mil empleos de calidad, entre los directos, indirectos e inducidos, la sinergia con las grandes industrias de la comarca, la privilegiada situación geográfica, el calado y las características técnicas hacen de las instalaciones portuarias, uno de los mejores habitáculos marítimos del mundo, para toda clase de ingenios flotantes.

He expresado en ocasiones la preocupación que compartimos muchos, sobre la voracidad del puerto. Su extensión al norte ha de haber llegado a su límite si queremos mantener, ya con obligada modestia, una cierta dignidad ambiental en la bahía. La ciudad ha perdido su horizonte y los amaneceres se ofrecen, poco más que imaginados, entre una maraña de gigantes metálicos, orquestados por los ruidos del bregar diario. El acceso norte es un cauce estrecho y ondulado, en cuyo viario uno se siente sobrecogido. Queda por ver qué será del sur, donde todavía es posible agredir al entorno con más suelos, más rellenos y rutas de acceso. Pude preguntar, en privado, a Landaluce dónde estaba el límite. Me dijo que no más allá de lo proyectado, que lo es a medio y largo plazo, y que no creía llegar a verlo. Que ha de estar previsto para responder a las preguntas que se les plantean sobre el futuro.

Al final de la disertación de Landaluce y ante la impresionante realidad económica, industrial y portuaria de la comarca, alguien, con mucho conocimiento de nuestra historia reciente, susurró a mi lado: "todo esto empezó cuando el cierre de la verja; de haber seguido abierta, aún estaríamos vendiendo plumas y tabaco en La Marina". Es verdad, me dije para mis adentros y ante la mirada entre sorprendida y atónita, ligeramente contaminada por los ecos, de los compañeros de la prensa que asistían o cubrían el evento.

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