Análisis

juan antonio solís

Un viejo tablero de juego bajo la cama

Sin Messi y Cristiano hay menos excelencia, pero vuelve esa Liga incierta que teníamos olvidada

Nos estábamos achicharrando bajo ese cielo con dos soles. Podía ser hasta provechoso para las cosechas de contratos televisivos de países remotos. Pero al final, que todo girase en torno a lo que hacían Messi y Cristiano Ronaldo acabó abrasando a quienes se interesan, sobre todo, por la actualidad de algún equipo que no sea Real Madrid ni Barça. Que los hay. Y muchos.

La fuerza gravitatoria de esos soles en el terreno de juego, mostrando año tras año una excelencia en el juego nunca vista y que hemos tenido la fortuna de gozar (y padecer...), y la fuerza gravitatoria de su desmesurado protagonismo mediático se fueron retroalimentando hasta llegar a un punto en que la atmósfera ha sido opresiva, asfixiante.

Messi y Cristiano, en sus momentos más boyantes, cuando volaban en un estrato inalcanzable para los demás, llevaban las Ligas hasta más de 90 puntos. Asaeteaban a los rivales, dejaban decenas de víctimas en las cunetas y los medios afines estaban encantados de hacer caja con las portadas de los grandes ídolos.

Ahora, el tablero de juego es otro. Lo hemos sacado de debajo de la cama después de décadas cogiendo polvo. En este vetusto rectángulo hay menos glamour, menos brillo, menos aspirantes a esa insufrible gala del Balón de Oro. Bajo esas reglas, el Madrid y el Barcelona sufrían lo indecible para ganar en Balaídos, El Molinón o Atocha, no proliferaban las goleadas búlgaras del Barça de Guardiola o el Madrid de Mourinho.

Esos exégetas del Nuevo Testamento de Messi y Cristiano, de los dos astros reyes, pregonan ahora que la Liga es un tostón. Que se marcan pocos goles. Como si eso fuera peor que un 7-0 al Granada en el Camp Nou, que tiene la misma emoción que el final de Titanic. Ganar partidos en esta Liga es durísimo. Al Elche se le lesionaron los tres centrales y se mantuvo en pie ante este gran Sevilla. Y eso es competitividad. Emoción.

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