Cada vez que paseo junto a la desaparecida playa de los Ladrillos paso por el mismo trance. Durante unos segundos mi mente se evade y juega con la imaginación sobre lo que podría haber sido ese trocito tan peculiar que baña el mismísimo centro de Algeciras. Si el viento no acompaña el hedor me saca del ensueño de golpe y porrazo, aunque basta con asomar el pescuezo y observar la mugre que se acumula junto al mar, delante del lustroso edificio de El Corte Inglés. Recuperar esa playita que muchos solo hemos visto en fotografías en blanco y negro es un sueño imposible engullido por la urbe y por el gigante que todo lo cubre de cemento y grúas. Limpiar, habilitar y hacer respirable ese balcón tan fotogénico de nuestra ciudad es una asignatura pendiente de nuestros gobernantes desde hace lustros, un anhelo ciudadano para el que no parece haber solución. ¿Se imaginan una hilera de sombrillas y los guiris haciéndose selfies a escasos metros de los bares y comercios del corazón del pueblo? Yo lo intento.

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