Dios mediante, la semana próxima terminará -el viernes, a la siete y media de la tarde- con la feliz celebración de la adopción oficial de dos nuevos hijos para la ciudad de Algeciras, José Ojeda Luque, a título póstumo, y José Luis Pavón Manso. Ambos nacieron allende la ciudad -en Tetuán y en Huelva, respectivamente- y ambos han merecido la consideración nominal de algecireños, tan indiscutible como justificada. Es un modo de entender que serían predilectos si lo fueran a nativitate y, por lo tanto, se les hace distinguidos portadores del topónimo. Es la más alta consideración de un ciudadano, de parte de la ciudad donde nació o que lo adopta en virtud de sus merecimientos.

Conocí bien a Pepe Ojeda. Dios lo dotó de una voz y le concedió unas cualidades que lo predestinaron para estar en el día a día de muchos paisanos de hasta donde llegaba Radio Algeciras, una emisora de una penetrabilidad extraordinaria; muy especialmente por causas ligadas a la personalidad de sus actores. En los incontables regresos en coche, que en esos años cumplí desde qué sé yo cuantos lugares, buscaba compulsivamente la sintonía de Radio Algeciras, la voz de Pepe, porque su recepción me hacía sentir una especie de aliento de aquello a lo que pertenecía. Era una sensación semejante a la de descubrir la bahía desde El Bujeo cuando llegas de regreso remontando el puerto. Pepe estaba en donde se le requería, generosa y desinteresadamente. Con su inmensa popularidad.

José Luis Pavón es para sus amigos de siempre, Pepe El Relojero. Para mí, más entrañablemente, El Relojito. Porque así era como llamaba a su padre el mío, cuando se paraba al mediodía a tomar una copa en Los Rosales, de camino desde la plaza, donde tenía su puesto de trabajo, a su casa en uno de aquellos patios abiertos de la calle General Castaños. Pepe ha pasado muchos años trabajando en la industria, pero para nosotros nunca dejó de ser el relojero, o el relojito. Ahora ya sabe todo el mundo que se trata de un personaje nada común, con unas habilidades que pertenecen a su ADN, que heredó de su padre y de su abuelo. Es mucho más, no obstante. Ha sabido superar circunstancias muy difíciles y extraer de su experiencia mucho bien para sí mismo y para los demás. Aludiré a sus espléndidas iniciativas en el ámbito del conocimiento histórico y el desarrollo social de nuestro entorno. Porque para dar detalles y referirse a su labor de restauración de la relojería monumental de nuestros pueblos, necesitaríamos mucho espacio en el papel y en la memoria.

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