Hay un vídeo dando vueltas por las redes de un partido de baloncesto de niños. Uno de ellos, más grandote que los demás, coge todos los rebotes y de pronto, para sorpresa de todos, decide dar el balón a un compañero mucho más chiquitín que el resto. Este gigante eleva al pequeño y le ayuda a que meta una canasta, seguramente su única canasta, quién sabe si su primera canasta, en una escena maravillosa. Gestos así son los que me reconcilian con el ser humano. Porque la competitividad no está reñida con la solidaridad y este pequeño gran niño merece muchísimo más la pena que cualquiera de los cafres que inundan los informativos diarios en una sociedad que parece emperrada en autodestruirse. Vídeos así (que también los hay) son los que deberían hacerse virales e imponerse ante tanta basura y maldad. El morbo tira más que dos carretas, no soy un ingenuo, pero hoy me quedo con la lección de estos niños.

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