Análisis

Alberto Pérez de vargas

Situándonos en la evidencia

No hay otra que equilibrar la brecha que separa la sociedad del bienestar de la miseriaEl capitalismo empieza a recoger la cosecha de una política despiadada en el continente africano

Vamos camino de consolidarnos como un inmenso aparcamiento de inmigrantes africanos. En el Gobierno de España acaban de advertir que la bahía de Algeciras es el mejor recinto que ha dispuesto Dios en el Mediterráneo para albergar a todo lo que flote y a todo lo que venga sobre lo que flote. No hay complejo portuario más cómodo y confortable que el que ofrece la bahía para servir de consuelo a las tragedias de mayor o menor envergadura que traen en sus espaldas cientos de jóvenes, de adolescentes, de mujeres y de niños que buscan desesperadamente un horizonte razonable para sus vidas.

Debemos ir asumiendo el nuevo rol que en la política europea desempeñará el Campo de Gibraltar, a modo de valor añadido sobre los efectos del Brexit generados por las cortas entendederas de los británicos y los intereses mezquinos del primo americano.

Estamos ante el comienzo de una responsabilidad añadida a las que ya tenemos, consecuencias todas de nuestra ubicación geográfica, de las dejaciones de las políticas imperialistas de los Estados europeos y de los trágicos hábitos del capitalismo. Nada puede hacerse para evitar, ni nada para suavizar, la presión del infortunio. Llegarán a centenares y no habrá otra cosa que hacer que habilitar espacio y afinar recursos para acogerlos y para agilizar los instrumentos que puedan facilitar a todos ellos su vida entre nosotros. Hay un desequilibrio caótico tras estos movimientos migratorios que es imposible mantener bajo control. No pueden ser reprimidos, no sólo porque no hay fuerza que se oponga a las necesidades básicas de la gente, sino porque no puede procederse con violencia contra quienes no buscan más que un espacio para poder vivir y para dejar atrás el hambre y la barbarie.

Conviene que lo asumamos porque no se trata de un problema que pueda resolverse ni a corto ni a medio plazo. No hay otra que equilibrar la imponente y estrecha brecha que separa la sociedad del bienestar de la crueldad y la miseria. Y mientras tanto, desarrollar estrategias de colaboración con unos Estados sumidos en la corrupción y en la ausencia de los derechos más elementales consustanciales con la naturaleza humana.

Me parece un panorama desalentador y terrible, para el que no creo que puedan arbitrarse ni siquiera cuidados paliativos. Habrá que prepararse para este tiempo en que el capitalismo internacional empieza a recoger la cosecha de una política despiadada que ha diezmado y sigue haciéndolo, los recursos físicos del continente africano.

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