Los que hayan visitado París, seguramente estarán desempolvando estos días sus momentos en Notre Dame. Fotografías en la memoria que hoy están más de actualidad que nunca, por desgracia. Yo también estuve allí. Me sorprendió su grandiosidad, la majestuosidad con que el monumento se elevaba hacia el cielo, mucho más que la Torre Eiffel. El fuego no ha engullido, por suerte, los recuerdos de quienes se pasearon por la catedral en algún momento de su vida. Me parece una desgracia lo ocurrido. Una pérdida patrimonial incalculable. Es evidente. Nos hemos quedado pasmados viendo cómo 850 años se han hecho ceniza casi por completo. Un monumento que ha sobrevivido a batallas, guerras y otros despropósitos, sale malherido del siglo XXI, mudo de historias para futuras generaciones. Una renovada Notre Dame se asomará en unos años, renacerá de sus estructuras, salvadas, por pocos minutos, y por las que dieron sus vidas los bomberos. Un Lunes Santo para la historia. Paradójico.

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