Idiota es de esas palabras de origen griego a las que adorar. Un idiota, un habitante de sí mismo (idiosincrasia tiene la misma raíz), era por extensión un estúpido. Alguien que no vivía para la comunidad, para ese gran logro que era la polis: el recinto en el que tenían cabida los logros de la civilización. Fuera de las ciudades griegas estaba el caos: el mar océano, los monstruos, las sirenas, las amazonas. El mayor castigo que podían enviar los dioses era el desgajamiento, el exilio: por eso condenaron a vagar durante lustros a ese tocapelotas de Odiseo. Sabían bien, en la antigüedad, que somos gregarios. Por supuesto que los griegos tenían esclavos y que el concepto de "ciudadano" estaba bastante restringido. Pero (por supuesto) han pasado más de dos mil años y es hora de actualizar el concepto. Idiota es el que vive de espaldas a los demás: son idiotas los que van a lo suyo y los del "que hay de lo mío". Imbéciles profundos.

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