He llegado a la conclusión de que los políticos de todo signo, sobre todos aquellos que tienen sobre sí algún tipo de responsabilidad de gobierno, están en deuda con el ínclito Puigdemont. Desde hace un mes todos estamos envueltos en una voragine tal que ya nadie debate sobre la precariedad laboral, los niveles de paro, las carencias de la Sanidad Pública, la falta de carreteras... es decir, los temas que mueven nuestros mundos día a día. Los sesudos tertulianos, las cabeceras y emisoras más importantes de este país todavía llamado España sólo tienen tiempo para hacer la autopsia -las más de las veces sesgada e interesada- a cada una de las decisiones que toman los políticos de uno y otro signo sobre el monotema. Pero mientras tanto hay un numeroso grupo de ciudadanos a los que no le da la vida para seguir adelante. De ellos se ha olvidado todo el mundo.

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