Me las prometía muy felices. Una sombrilla de las buenas, una nevera con bebidas bien frías y viento de poniente como está mandado para disfrutar de un gran día de playa en el Campo de Gibraltar. En el agua, bastante fría, muchos peces y ni rastro de medusas. Era una jornada perfecta hasta que apareció un grupo de jóvenes con un flotador de unicornio. Si hay algo que no soporto en la playa son los gritos y los reguetones a todo trapo, aunque suelo hacer de tripas corazón porque entiendo que todos -incluso la gente con mal gusto musical- tienen derecho a refrescarse. El grupito se puso a cabalgar olas en el flotador hortera con un escándalo que me impidió conciliar la siesta, por lo que me metí en el agua hasta que una ola me mandó el muñeco de las narices (y a la muchacha que llevaba a horcajadas) contra mí. Fue, sin duda alguna, un día de playa memorable.

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