Libros

Un viaje en el tiempo por La Línea

  • Miguel del Manzano presenta hoy una obra dedicada a las costumbres de mediados del siglo XX en la ciudad

  • El libro rememora desde fiestas a catástrofes locales

Miguel del Manzano.

Miguel del Manzano. / Erasmo Fenoy

El escritor linense Miguel del Manzano propone hacer un viaje en el tiempo hasta mediados del siglo XX en La Línea. Cuando los electrodomésticos eran un lujo para unos pocos mientras que la mayoría se las apañaba para quitar las arrugas a la ropa con planchas de hierro. Cuando los caramelos de colores de Gibraltar sabían más dulces que los fabricados en España mientras que desde la colonia llegaban a la ciudad productos entonces exóticos en nuestro país como el papel de plata o la carne en lata, la carne combí, que a día de hoy mantiene una legión de adeptos en la ciudad.

De todo eso, y de mucho más, trata Así vivíamos en La Línea de la Concepción a mediados del siglo XX, el último libro publicado por el colaborador de Europa Sur Miguel del Manzano que se presenta hoy a las 20:00 en la Biblioteca José Riquelme de la ciudad.

Del Manzano tiene en su haber una docena de libros entre los que destacan la Enciclopedia de La Línea, otro sobre la gastronomía linense y uno dedicado al mítico conjunto musical The Rocking Boys que fue publicado el año pasado. Precisamente fue tras la presentación de su anterior obra, hace ahora justo doce meses, cuando surgió la idea del libro que acaba de ver la luz. “Tengo por costumbre después de presentar un libro, que sin contar éste llevo trece, llevar a mi señora y a mis dos hijos a tomar unas tapas. El año pasado, tras la presentación de la obra de los Rocking Boys, nos dirigimos a un mesón. Mi mujer se puso a hablar con mi hija y yo con mi hijo. Le estaba contando una anécdota de mi juventud, que tanto le gustan, cuando me preguntó si tenía pensado el título de mi próximo libro. Le dije que pensaba en un tomo de chistes, a lo que él me contestó que internet estaba lleno de chistes, que no era una buena opción. Entonces me sugirió que escribiera sobre mis experiencias de crío y de adolescente”, resalta Del Manzano.

Dicho y hecho. El libro tiene 252 páginas, las últimas catorce a todo color, con 551 imágenes que jalonan una veintena de capítulos que van desde la historia de la ciudad, con unos breves apuntes, a los capítulos dedicados a los usos y costumbres locales.

Uno de los más amplios se centra en la vivienda, entonces uno de los principales problemas de la ciudad. “La comida, el trabajo y la diversión no eran problemas. La vivienda constituía la esencial preocupación de los habitantes de la zona. Cientos de personas llegaban diariamente a La Línea y no tenían dónde albergarse”, explica Del Manzano. El libro se centra en aspectos como las chabolas, las barracas y los patios de vecinos más populares de la ciudad.

La venta ambulante de productos como el pan o el pescado, con la descripción de personajes como el ditero o el afilador, dan paso a los cacharros de cocina en un tiempo en el que algo enchufado era poco menos que una quimera. De la cocina a la mesa, la obra de Del Manzano no pasa por alto la gran variedad de productos que entonces llegaban de Gibraltar como la leche condensada o el pan de lata y el jabón carbónico.

El autor se centra igualmente en otro de los apartados del libro en los grandes incendios sufridos en la relativamente corta existencia de la ciudad. Al margen de siniestros históricos en el siglo XIX, en el periodo abarcado por la obra se produjeron el de Calzados Maruenda, otro que devoró los Almacenes El Barato y, por último, Almacenes Mérida, que también fue pasto de las llamas.

Las fiestas y el ocio copan buena parte del libro con un repaso a las verbenas y los bailes de los patios, los guateques o los cines de verano. “Había seis cines de verano donde se podían comer pipas y fumar un cigarrillo, con precios baratos y al fresco de las noches de verano”, rememora el autor, que repasa en las páginas de su libro otra de las costumbres linenses de la época: acudir a la romería del Santísimo Cristo de La Almoraima. El venerado Cristo traído por los mercedarios descalzos a la finca contaba entonces, y mantiene a día de hoy, una alta devoción entre los linenses. Hay cosas que el tiempo no cambia.

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