Real Balompédica - Celta B | La crónica

La Balona se desangra (1-1)

  • Los linenses firman su cuarto empate, tercero consecutivo, y caen a puestos de descenso

  • Los albinegros, planos, regalan el gol visitante y acaban con diez por autoexpulsión de Oliva

  • Los de casa sólo dan algunas señales de vida con la entrada de Toni García y Masllorens

  • El público señala a Monteagudo, que no encuentra la fórmula para lograr el primer triunfo

Masllorens presiona al céltico Íker Losada, este domingo

Masllorens presiona al céltico Íker Losada, este domingo / Erasmo Fenoy

No arranca la Balona. Ni gana, ni convence ni se sabe a qué juega. Los albinegros sellaron otro empate (el cuarto en seis jornadas, el tercero consecutivo). Esta vez ante el Celta B en La Línea (1-1). Un balance que le coloca en puestos de descenso, posiblemente el lugar que le corresponde por su árido arranque liguero. Unos números a los que o se encuentra pronto solución o a la directiva no le quedará otra que tomar las medidas drásticas que el público ya solicitaba al final de la contienda en una salida del césped con momentos tensos, desagradables. No es solo una cuestión de resultados, por mucho que ésa sea la única verdad del fútbol. Es que el partido acaba y da la sensación de que no ha pasado nada. Es complicado desvelar dónde quiere ir y cómo quiere hacerlo esta Balona, desprovista de casi todoY así resulta muy difícil convencer a la gente para que soporte el ventazo en la grada.

Ni so ni arre. La Balompédica no acaba de encontrar la fórmula no ya para ganar, sino para que dé la sensación de que muere por hacerlo, que es lo menos que se despacha. El equipo de La Línea despide una sensación mitad de apatía, mitad de impotencia que es más que lógico que enerve a sus aficionados. Además, otra vez en el último tramo se le pudo escapar el botín. En esta ocasión al menos con el atenuante de que jugaba con diez por la infantil e injustificable expulsión de Gerard Oliva. Pero después de seis semanas ya no caben más excusas. Solo cabe ganar y la Balona no lo consigue. Ni siquiera ante un rival diezmado porque cuatro sus mejores hombres estaban con el equipo de Primera.

Monteagudo parece decidido a morir [deportivamente, se entiende] con sus ideas. Otra cosa es que sean fáciles de compartir. El albaceteño volvió a entregar la titularidad a Nico Delmonte, al que la obstinación del míster le está haciendo un flaco favor. Es doloroso que un futbolista honrado como él, pero que atraviesa un mal momento alarmante, tenga que recibir una merecida bronca de su afición al ser relevado, simplemente porque no está. Tampoco estaría de mal que Loren, por el rendimiento de los tres últimos encuentros, se lo hiciese mirar.

Los albinegros fueron durante el primer tiempo un conjunto plano. Soporíferamente plano. Anodino. Y para colmo no habían transcurrido cuatro minutos cuando uno de esos que todo el mundo defiende que tiene que jugar sí o sí, Yassin Fekir (que tuvo una mañana bastante desafortunada), perdió un balón en campo contrario de los que no se deben escapar. Es cierto que el primer error lo comete el franco-argelino, pero también es incontestable que el Celta B dio once toques hasta que Íker Losada mandó para Raúl Blanco y éste, todo hay que decirlo, le hizo daño a Alberto Varo por su palo. Once toques en los que a la Balona le faltaron los arrestos y el coraje que se dice que caracterizan a un equipo que lleva por sobrenombre el de Recia. Once toques sin que nadie acertase, si quiera, a hacer una falta para detener la jugada. Así que 0-1.

A partir de ese momento la Balona repuso lo peor de su repertorio. Trataba de presionar arriba pero era muy vulnerable, como si cada uno hiciese la guerra por su cuenta. Y, sí tuvo el esférico, pero para disparar ¡una vez! con algo de peligro entre los tres palos. Lo intentó Perdomo, desde la frontal (13').

Para ser sinceros, aunque no logró culminar ninguna, daba más sensación de peligro el Celta B cuando salía de su cueva que los de casa con tanto amasar la pelota.

Tras el descanso entraron Gerard Oliva y Alhassan Koroma. La pena es que da la sensación de que el juego de este equipo ya está viciado y hubo que esperar para que se observase alguna mejoría a la siguiente ventana de cambios (60') con la entrada de Toni García y Masllorens. Dos que a priori tienen que estar en el once a no ser que medien motivos que solo pueda explicar Íker Jiménez. La mejora fue ligera... e instantánea, porque solo habían pasado tres minutos  cuando Toni García se acomodó un balón que Oliva había salvado de salir por la línea de fondo y anotó el empate.

Y los fieles, que están sufriendo tanto que ven brotes verdes en lo más mínimo, otra vez a creer y a ayudar. Esfuerzo inútil. Para colmo rebasado el 80' Gerard Oliva se autoexpulsó en dos acciones separadas por un minutillo. Esta bien lo del ímpetu, pero sin pasarse, porque entonces se transforma en irresponsabilidad.

Con diez a la Balona solo le quedó guardar su punto y el filial celtiña lo intentó y por dos veces metió el miedo en el cuerpo a los de casa. Sobre todo en el 89', con un disparo de Javier Domínguez desde la frontal que desvió Borja López y poquito más y sorprende a Varo.

La despedida deja un poso mitad de tristeza, de irritación. Reproches, sin que se salvasen algunos jugadores, sobre todo contra Monteagudo (paradójicamente más en el descanso), porque parece no saber cómo frenar lo que puede que no sea una hemorragia, porque no se ve desarbolado, pero sí que es un goteo constante de incapacidad. Los números hablan por sí mismos. No se trata de que el fútbol tenga o no memoria, porque tampoco es que haya tanto bueno que recordar. Se trata de que, después de seis jornadas, la escuadra albinegra aún no sabe lo que es ganar y está en puestos de descenso. Hace un año a estas alturas la Balona de Romerito (testigo en la grada de este duelo con el Celta B) era sexta con diez puntos. Y eso sí que no admite debate.

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