EL PUERTO DE ALGECIRAS A TRAVÉS DE LA HISTORIA

El puerto en el siglo XVIII: comercio marítimo y la Aduana de 1742-1766

  • El incremento del tráfico comercial, sobre todo con Gibraltar y Marruecos, posibilitó que en el año 1742 se estableciera una aduana en Algeciras

  • El puerto entre los siglos XV y XVIII

El cauce bajo del río de la Miel a finales del siglo XIX. Con la letra A, el edificio donde estuvo ubicada la primera Aduana.

El cauce bajo del río de la Miel a finales del siglo XIX. Con la letra A, el edificio donde estuvo ubicada la primera Aduana.

La rehabilitación para el uso comercial del puerto de Algeciras a lo largo del siglo XVIII fue lenta, pues tuvo que enfrentarse a numerosos problemas causados, no solo por la escasa entidad que tuvo la renacida población durante toda la primera mitad de dicha centuria, sino por la rivalidad de otros puertos cercanos, como el de Cádiz, que controlaba el tráfico con Marruecos y no veía con buenos ojos el crecimiento portuario de la nueva Algeciras y su injerencia, con el establecimiento de la Aduana en 1742 en una zona que consideraba de su exclusiva competencia.

A pesar de estos inconvenientes, el puerto algecireño, apoyado en sus excelentes condiciones geográficas, en la presencia, cada vez más frecuente, de la Real Armada en sus aguas y, no cabe duda, que, también, en el comercio ilegal con la plaza inglesa y en la intensa actividad corsaria, alcanzaría un notable desarrollo en el comercio de cabotaje y en el de carácter internacional en la segunda mitad del siglo.

Hacia 1760 el puerto de Algeciras mantenía vínculos comerciales con puertos valencianos, catalanes y del sur de Francia, con Cádiz (exportación de madera y carbón), con Málaga y con puertos italianos (importación de trigo desde el reino de Nápoles). Al mismo tiempo, desarrollaba un comercio regular con puertos marroquíes y mantenía una línea marítima dos veces a la semana con Ceuta que movía pasaje, leña, carbón y carne de vacuno.

En las décadas previas al Gran Asedio de Gibraltar (1779) y en los años siguientes no cesaron los intercambios ―legales o ilícitos― con el puerto de Gibraltar, teniendo las embarcaciones españolas que contar con un permiso especial para abastecer de productos de primera necesidad a la colonia inglesa, pero de donde sacaban fraudulentamente mercancías prohibidas que, luego, eran enviadas por mar al Levante, Francia y a otros puertos españoles o por tierra a la Andalucía interior por medio de recuas de mulas a través de la serranía de Ronda.

Principales rutas comerciales que enlazaban el puerto de Algeciras con otros puertos en el siglo XVIII. Principales rutas comerciales que enlazaban el puerto de Algeciras con otros puertos en el siglo XVIII.

Principales rutas comerciales que enlazaban el puerto de Algeciras con otros puertos en el siglo XVIII.

El tráfico comercial

En lo que se refiere al tráfico comercial, ya se ha hecho mención al desarrollo lento que presentó dicha actividad a través del puerto de Algeciras en la primera mitad del siglo XVIII. A los primeros repobladores de Algeciras, procedentes de Gibraltar y de pueblos del interior de la provincia, se fueron uniendo contingentes que provenían de lugares más lejanos y que acudían atraídos por el auge que las diferentes modalidades de intercambio comercial estaba adquiriendo la ciudad a través de su puerto.

En palabras del profesor Mario Ocaña: “Las actividades marítimas, el comercio regional, nacional o internacional, el contrabando con Gibraltar y el corso marítimo contra los enemigos de la Corona española atrajeron a un importante número de pobladores temporales que, como población flotante, permanecieron en la ciudad durante períodos de tiempos más o menos amplios y, en algunos casos, permanecieron en ella de forma definitiva”.

Desde el puerto de Algeciras y desde del embarcadero que se había instalado en la desembocadura del río Palmones, se exportaba madera y carbón vegetal para abastecer a la ciudad de Cádiz. El Barón de Bourgoing, en 1795, refiere que “el reducido puerto de Algeciras recibe algunos cargamentos de aguardiente y el trigo en embarcaciones catalanas, y sólo exporta el carbón vegetal que se extrae de las montañas próximas”. El carbón también se exportaba a Sevilla, Ceuta y Oran a través de los empresarios y mercaderes establecidos en la ciudad que actuaban como intermediarios en el negocio de la exportación.

Falucho utilizado en los siglos XVIII y XIX para el comercio marítimo en el puerto de Algeciras . Falucho utilizado en los siglos XVIII y XIX para el comercio marítimo en el puerto de Algeciras .

Falucho utilizado en los siglos XVIII y XIX para el comercio marítimo en el puerto de Algeciras . / Fotografía de principios del siglo XX

Además del carbón, era muy frecuente el envío de madera para la construcción naval que se embarcaba para abastecer a los arsenales gaditanos. En el Archivo de Protocolos Notariales de Algeciras se conserva un contrato, de principios del siglo XIX, por el que se concedía a Francisco Sevilla el acarreo de madera desde los bosques de Jimena hasta el río Palmones para, luego, embarcarla con destino al arsenal de La Carraca. Otros productos que se embarcaban en el puerto algecireño con destino a otros puertos españoles eran el corcho, la cera, la miel y el pescado. Entre las mercancías importadas, que llegaban de puertos andaluces y algunos extranjeros, se documentan los licores, el trigo y los tejidos. En el año 1752 entraron por el puerto no menos de 500 arrobas de anís para el abastecimiento de la población y de la cercana plaza de Ceuta. La cerveza era otro producto habitual del tráfico comercial y de consumo.

Algunas de las embarcaciones que se dedicaban al comercio en el puerto de Algeciras pertenecían a comerciantes valencianos, catalanes o gaditanos asentados en la ciudad. En ocasiones, dos o más comerciantes se asociaban para comprar una embarcación que dedicaban al comercio con Gibraltar, Cádiz o Levante. En 1770, Bernardo Haurat, vecino de Algeciras, y Juan Martín la Comba, comerciante de Cádiz, poseían la mitad cada uno de un barco longo nombrado Nª Sª del Carmen y las Ánimas para comerciar desde el puerto de Algeciras.

La Aduana de 1742-1766

El incremento del tráfico comercial, sobre todo con Gibraltar y Marruecos, posibilitó que en el año 1742 se estableciera una aduana en Algeciras con el fin de controlar y gravar con los impuestos reglamentarios el citado tráfico. Para no perjudicar a los habitantes de la ciudad portuaria y de las otras ciudades de su entorno que se abastecían de productos importados a través del puerto algecireño, se eximió del pago de impuestos aduaneros todos los géneros que entraran por vía marítima para el consumo de los vecinos.

La Bahía y Gibraltar con faluchos y barcos mercantes en los entornos del puerto de Algeciras. Grabado de principios del siglo XVIII La Bahía y Gibraltar con faluchos y barcos mercantes en los entornos del puerto de Algeciras. Grabado de principios del siglo XVIII

La Bahía y Gibraltar con faluchos y barcos mercantes en los entornos del puerto de Algeciras. Grabado de principios del siglo XVIII

Sin embargo, seis años más tarde, en 1748, por Real Orden, se suprimió dicha aduana con el objetivo ―según reza sorprendentemente dicha Orden― de facilitar el comercio. La Orden enviada a los Directores de Rentas Generales y fechada en el palacio del Buen Retiro el 5 de Octubre de 1748, decía que “siendo graves los inconvenientes de que se mantenga la aduana que se estableció en Algeciras, ha resuelto Su Majestad que desde luego se quite, y que siga el comercio en la misma forma que lo ejecutaba antes de su establecimiento”. No cabe duda de que con esta supresión se beneficiaba a los puertos de Tarifa y Cádiz que, tradicionalmente, habían monopolizado el comercio con los puertos norteafricanos, puesto que tenían establecidas aduanas con anterioridad a la de Algeciras. Probablemente, el auge del puerto algecireño y la pérdida de los fletes dirigidos a puertos marroquíes promovieron las quejas de Cádiz y Tarifa ante el Rey, lo que ocasionó que éste anulara la concesión de la aduana en el puerto algecireño. Añade la referida Orden de 1748 que “Su Majestad se dignó prohibir absolutamente que por el Puerto de Algeciras se pudiese hacer comercio alguno con los vasallos del Emperador de Marruecos; mandando al propio tiempo que los Frutos y Géneros que vinieren de aquellos dominios y los que se sacasen de estos para ellos, se introdujesen por Tarifa, Cádiz y demás aduanas que están habilitadas para la admisión de Géneros”.

No obstante, y a pesar de la prohibición, las embarcaciones procedentes de Marruecos continuaron acudiendo al puerto de Algeciras, lo que obligó a las autoridades de Hacienda a reconsiderar lo establecido en 1748. El 29 de junio de 1766 se remitió una Orden al Director de Rentas Generales por la que se le comunicaba que “habiendo sabido Su Majestad que el referido puerto (de Algeciras) es frecuentado de los de Berbería, y que de privar a éstos de su uso, se les siguen graves perjuicios, y puede temerse se retraigan de continuar en el comercio, se ha dignado habilitarle para el recíproco comercio de los géneros y frutos de permitida entrada y salida, entre estos Dominios y los del Emperador de Marruecos según, y en la propia forma que lo está el de Tarifa”. También se expresan en la Orden los nombramientos de un administrador y un interventor para la Aduana de Algeciras, con lo qué, a partir de 1766, volvía este puerto a contar con administración aduanera.

Parte de un grabado de Gibraltar y la Bahía. En primer término, la ciudad de Algeciras y la Isla Verde. (Archivo General de Simancas, Leg. 3.730. Año 1799). Parte de un grabado de Gibraltar y la Bahía. En primer término, la ciudad de Algeciras y la Isla Verde. (Archivo General de Simancas, Leg. 3.730. Año 1799).

Parte de un grabado de Gibraltar y la Bahía. En primer término, la ciudad de Algeciras y la Isla Verde. (Archivo General de Simancas, Leg. 3.730. Año 1799).

Al año siguiente, el reino de España y el sultanato de Marruecos firmaron un tratado de libre comercio que, entre otras cosas, establecía la libertad recíproca de navegación, pesca y comercio entre los puertos de ambas naciones. Se abrieron consulados en Larache, Tánger y Tetuán, multiplicándose los intercambios en las décadas siguientes. Marruecos exportaba a España ganado, cueros, cera y, sobre todo, trigo. Los puertos de destino más frecuentados, en la costa marroquí, por las embarcaciones de comercio de Algeciras y Tarifa, eran Tánger, Larache y Río Martil-Tetuán. Los funcionarios de aduanas debían evitar, entre otras cosas, que los barcos extranjeros sacasen dinero del reino por las ventas realizadas, debiendo cargar mercancías de retorno por el valor de los géneros entrados en España.

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