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Historia del acueducto "Los Arcos del Cobre" de Algeciras (1777-1958)

La noche del 16 de diciembre de 1958 un violento temporal de viento y lluvia derribó los tres arcos centrales de este acueducto

Un camión derriba uno de los arcos del histórico acueducto de 1783 de la barriada de El Cobre, en Algeciras

Fotografía del Acueducto, destruido en parte, por el temporal sufrido el día 16 de diciembre de 1958 tomada seis días después. / E.S.

La construcción del acueducto de Algeciras se hizo necesaria a partir del año 1763 cuando, lograda la ansiada independencia de la ciudad de San Roque en 1755, el incremento de la población provocó el uso abusivo de las aguas del río de la Miel (lavado de ropa, paso de ganado, vertido de residuos urbanos, etc.) y la contaminación de los pozos de agua potable existentes en los patios de las viviendas a causa de la proliferación de pozos negros.

Por otra parte, la política ilustrada de los reyes procuraba atender la mejora de las ciudades del reino con la pavimentación de calles, la construcción de sistemas de desalojo de aguas residuales y la dotación de fuentes públicas y de acueductos para abastecer de agua potable a las poblaciones.

En 1763 el alcalde mayor de Algeciras, Fernando García de la Plata, recordaba el incesante clamor existente entre el vecindario por la falta de fuentes de agua potable y la imposibilidad de utilizar las del río de la Miel por hallarse estas “con cortezas de jabón y turbias por el paso de los ganados que en él beben”. El Consistorio acordó por unanimidad remitir al Consejo de Castilla la petición de los caudales necesarios para poder acometer las obras de abastecimiento de agua potable para la ciudad, sin obtener respuesta favorable.

Fotografía coloreada del Acueducto tomada en el año 1892. / E.S.

En 1768 el Ayuntamiento solicitó licencia al Real Consejo de Castilla para poder imponer unos arbitrios especiales sobre la venta al por menor del vino y del vinagre con el fin de sufragar, con lo recaudado, las obras de un acueducto que abasteciera de agua de calidad a la ciudad. El Real Consejo le dio su autorización mediante Real Provisión el 4 de julio de 1769, aunque por diversos motivos no se pudo acometer la concesión, mediante subasta, del abasto del vino y del vinagre, con cuya renta se pudieran iniciar las obras del acueducto. Por fin el 1 de enero de 1777 se concedió, mediante subasta pública, el abasto de vino y de vinagre a don José Guerrero que ofrecía una renta anual de 18.000 reales de vellón al Municipio, que este utilizó para sufragar las obras del acueducto.

Es necesario señalar, a modo de anécdota, que hasta que se puso en uso el acueducto en el año 1783, la población se abastecía de agua para beber por medio de un servicio de aguadores que recorrían la ciudad con sus mulas vendiendo a los vecinos el preciado líquido que llevaban en cántaros que portaban en las jamugas de las acémilas. Viendo, estos aguadores —que eran cinco—, que su negocio se iba a pique con la construcción del acueducto, en el año 1776 propusieron al Ayuntamiento que se comprometían a acarrear agua a domicilio por medio de veintiuna acémilas, siempre que la concesión se les diera por el plazo mínimo de un año y que se prohibiese el acarreo de agua a domicilio a cualquier otro que lo solicitase. De nada sirvieron las propuestas de los aguadores, pues unos años más tarde la modernización promovida por el espíritu ilustrado de los ministros del Gobierno llegó también a Algeciras y el acueducto fue una realidad.

El acueducto en el año 1904. En primer término un tren tirado por una máquina tipo “American” saliendo de la estación de Algeciras. / E.S.

Los trabajos de construcción del acueducto se iniciaron a mediados del año 1777. En una primera fase la arcada salvaba el valle del río de la Miel desde la actual calle los Arcos hasta la Bajadilla, cruzando la vaguada del río, para terminar la conducción en la llamada Fuente Nueva. El proyecto, elaborado por el arquitecto Pablo Casaus, fue desarrollado por el maestro alarife Pablo Díaz Becerra bajo la inspección del maestro arquitecto, examinado de albañilería y fontanería, Antonio Ruiz Florindo, al que se hizo venir de Puerto Real donde estaba trabajando en la construcción del acueducto de esa ciudad.

Las obras del acueducto algecireño duraron seis años, inaugurándose en el año 1783 y completándose con la instalación de dos fuentes: una en la Plaza Alta y otra en la Plaza Baja, aunque, entretanto se excavaba la mina o conducción que debía llevar el agua a las referidas fuentes, se construyó otra al final de la tubería, la llamada Fuente Nueva o del Tejarillo.

La obra de ingeniería estaba constituida por una sucesión de arcos de medio punto con rosca de ladrillos que descansaban sobre pilares de sección cuadrada realizados con sillares de piedra arenisca bien labrados. Según refiere Emilio Santacana en su excelente libro Antiguo y Moderno Algeciras, al principio se levantaron los arcos sin contrafuertes, siendo el propio maestro Florindo, en una visita de inspección realizada en 1785, el que, comprobando la inestabilidad que podría sufrir una obra de tanta altura y longitud, propuso que se añadieran contrafuertes macizos cada tres arcos. Hacia 1892, cuando el ferrocarril cruzó por debajo del acueducto, por el temor a que las vibraciones producidas por el paso de los trenes dañaran la obra, se volvió a reforzar con nuevos contrafuertes delgados, a modo de arbotantes.

Tramo del Acueducto construido entre los años 1841 y 1845 en la barriada del Cobre en la actualidad. / E.S.

Una vez puesto en funcionamiento el acueducto en el año 1783, se comprobó que la presión del agua en su caída desde las laderas de la sierra del Cobre hasta la zona conocida como Cortijo de los Alamillos, en la actual barriada de El Cobre, hacía reventar frecuentemente los atanores de cerámica que formaban la conducción. Para solucionar el problema, el propio maestro Florindo propuso, al poco tiempo de inaugurarse la obra, la construcción de otra arcada en aquella zona para elevar el nivel de la conducción —que por ese lugar era, hasta ese momento, subterránea—. Las obras necesarias para este nuevo tramo del acueducto se estimaron, entonces, en 8 mil duros; pero no se pudieron acometer hasta el año 1841, dándose por finalizadas en 1845. El nuevo tramo del acueducto tuvo un presupuesto final de 80.000 reales de vellón.

Quizás por la falta de presupuesto o por un proyecto deficiente, la fábrica del tramo del Cobre o del Cortijo de los Alamillos fue de peor calidad y menor altura que la obra ejecutada en el siglo XVIII en los llamados, a principios del siglo XX, “Arcos Viejos”. Los contrafuertes eran triangulares y macizos lo que le daba una sensación de pesadez al conjunto. Sin embargo, quizás por su menor altura y longitud, este sector ha resistido mejor el paso del tiempo llegando íntegro hasta la actualidad.

Fotografía del Acueducto tomada en el año 1906. / E.S.

En el Museo Municipal de Algeciras se conserva la lápida conmemorativa de la construcción del acueducto que estuvo colocada en el aljibe situado junto a la Fuente Nueva. Dice así: "Reynando en España el Señor Don Carlos III, siendo alcalde mayor desta ciudad de Alxeciras el Señor Don Dionisio Montalvo, el 30 de marzo 1783 se construyó esta mina que tiene de longitud DCC y fue principiada en 11 de junio 1777 y costeada por el arbitrio concedido por el Supremo Consejo de Castilla sobre el vino vendido por menor para la conducción de aguas. Fueron diputados los señores Don Francisco de la Peña, Don Jacinto Monge, Don Damian Pereti y Don Joseph de Lima, Thesorero”.

En 1896, según recoge Manuel Pérez-Petinto, el Ayuntamiento firmó un contrato con la compañía inglesa The Algeciras Water Works, para la traída de aguas desde la Garganta de Botafuego; pero como transcurrieran los años y las obras no se acometían, el Consistorio le retiró la concesión a la citada compañía inglesa.

En 1903 se llevó a cabo la sustitución de los atanores de barro cocido del acueducto por tuberías de acero, con lo que se mejoró el servicio y la calidad en la traída de las aguas, pero no se solucionó el problema del abastecimiento para una población que superaba ya las 15.000 almas.

Lápida con inscripción conmemorativa de la inauguración, en 1783, del Acueducto. / E.S.

Después de celebrada la Conferencia de Algeciras sobre Marruecos de 1906, el problema del abastecimiento de agua potable se agudizó. Según relata Pérez-Petinto, en 1907 “volvieron los tristes días del acarreo de agua de los pozo del campo y del río, pero todo se reducía a esto: el barril de 16 litros de agua de los pozos de la Zorrilla, el Cajón y los Adalides, cuando no del río filtrada a través de un lienzo, llegó a costar una peseta” (cantidad elevadísima para las economías de las clases humildes de principios del siglo XX).

El acueducto del siglo XVIII, que había superado pruebas tan complicadas como resistir el paso de las máquinas de vapor o las grandes avenidas del río, no pudo, sin embargo, superar la furia de los elementos y la dejadez de las autoridades responsables de mantener ese patrimonio único.

La noche del 16 de diciembre de 1958 un violento temporal de viento y lluvia derribó los tres arcos centrales de la sobresaliente obra de ingeniería, probablemente afectada por las continuas vibraciones producidas por los trenes al pasar a sus pies. Diligentemente fueron retirados los cascotes de la vía férrea para evitar el descarrilamiento de alguno de los convoyes, pero nadie pensó en la restauración de los arcos arruinados. Roto el equilibrio de fuerzas del sistema, con el paso de los años los restantes arcos se fueron derrumbando como fichas de dominó hasta quedar el monumento reducido a la exigua arcada que se conserva hoy junto a la barriada de la Bajadilla.

Artículo publicado en el libro ‘Algeciras. Monumentos y edificios históricos’, de 2012 (págs. 59 a 62).

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