Algeciras distingue a Asier Unciti-Broceta, el niño que quería vender chucherías y hoy combate el cáncer
El investigador algecireño recibe el Premio Patrimonio 2025 en un auditorio lleno, entre emoción familiar, humor inteligente y un relato brillante de ciencia, ciudad y futuro compartido
"España exporta talento": glosa magistral de Ángel Sáez a Asier Unciti-Broceta
Entrevista: “Hay predicciones de que mi fármaco contra el cáncer será uno de los más usados del mundo”
Fuera llovía. Dentro, el auditorio Maestro Millán Picazo rozaba el lleno y tenía esa temperatura de las vísperas importantes, cuando la Nochebuena asoma y todo parece predispuesto a la emoción sin estridencias. La Asociación de Emprendedores del Patrimonio Algecireño (AEPA 2015) había convocado a la ciudad para distinguir a uno de los suyos, y Algeciras respondió. Este martes, 23 de diciembre, Asier Unciti-Broceta ha recibido el Premio Patrimonio de Algeciras 2025 en un acto sobrio, cercano y, a ratos, memorable.
En primera fila, como anclaje silencioso de todo lo que vendría después, estaban sus padres, Luis y Mari Carmen, su esposa Ana y sus hijos, Julio y Darío. La escena tenía algo de regreso a casa por Navidad: el científico acostumbrado a laboratorios, moléculas y congresos internacionales escuchaba ahora palabras pronunciadas con acento propio, dichas para él y sobre él, ante los suyos.
"Los que hemos vivido esta enfermedad en nuestras familias, te damos las gracias", dijo Gerardo Landaluce al entregar el galardón
La ceremonia, presentada por el periodista de Onda Algeciras José Manuel Sánchez Bautista, fue creciendo en intensidad conforme avanzaban las intervenciones. La entrega del galardón corrió a cargo de Gerardo Landaluce Calleja, presidente de la Autoridad Portuaria Bahía de Algeciras —institución premiada en la edición anterior—, que dejó una de las frases más cargadas de verdad íntima de la mañana: “Los que hemos vivido esta enfermedad en nuestras familias, te damos las gracias”. No era una fórmula retórica: era un reconocimiento dicho desde la experiencia personal, desde el dolor conocido y desde la esperanza concreta.
El orgullo de una ciudad
Antes, el alcalde de Algeciras, José Ignacio Landaluce, había situado el premio en una dimensión que iba mucho más allá del ámbito local. Subrayó que el trabajo de Unciti-Broceta “es un beneficio a nivel mundial”, especialmente en un tiempo en el que los casos de afecciones tumorales no dejan de crecer. Pero no se quedó ahí. Habló del orgullo compartido, del hilo invisible que une trayectorias individuales con biografías colectivas, y recordó un precedente familiar cargado de simbolismo: la decisión de dar al CEIP Mediterráneo el nombre de don Luis Unciti Esparza, padre del investigador y director emblemático de ese centro entre 1990 y 2016.
"Además de ser un gran científico, eres un padre normal y corriente", destacó el alcalde tras hablar con su familia
Aquel acto, evocó el alcalde, fue un reconocimiento unánime y emotivo. Y, con ese recuerdo como telón de fondo, lanzó una propuesta que sonó a homenaje permanente: estudiar la posibilidad de que una plaza y un parque infantil, en el entorno del Rinconcillo y San José Artesano —zona de infancia, de vida y de docencia— lleven el nombre de Asier Unciti-Broceta. La respuesta llegó en forma de anécdota reveladora: el propio homenajeado había confesado en privado que no le entusiasman ese tipo de honores. La ciudad escuchó, sonrió y entendió que también en esa modestia hay carácter.
El alcalde quiso completar el retrato alejándose del currículo y acercándose a la persona. Contó que había preguntado a Ana y a los niños qué debía decir de Asier. Y lo que le contaron fue tan sencillo como decisivo: que busca tiempo para jugar con sus hijos, que es atento, que es —más allá del investigador de referencia mundial— “un padre normal y corriente”. “Mi enhorabuena y un orgullo de Algeciras por tenerte”, cerró Landaluce.
"España lleva cincuenta años exportando talento, como a las naranjas de Almería", ironizó Ángel Sáez en una de las frases más celebradas de la mañana
Pero si hubo un punto de inflexión narrativo y emocional fue la glosa realizada por el historiador y profesor Ángel Sáez Rodríguez. Brillante, afilada, divertida y profundamente certera, su intervención fue una pequeña pieza literaria sobre España, el talento y la paradoja de un país que forma a sus mejores hijos para verlos marchar.
El talento que España deja marchar
“España es diferente, sin duda”, arrancó, para recordar esa larga noche en blanco y negro del franquismo y el complejo con el que el país asistía al progreso de sus vecinos europeos. Llegaron el VHS, la universidad como ascensor social y, de pronto, demasiados licenciados y doctores para un sistema incapaz de absorberlos. “Y el país empezó a exportarnos, como a las naranjas de Almería y al calzado de Alicante”, ironizó, con una sonrisa que escondía una crítica severa.
"Un genio algecireño con el que te puedes cruzar mientras haces footing, aunque esté diluviando", retrató Ángel Sáez al homenajeado
Cincuenta años después, continuó, el panorama no ha cambiado tanto. España sigue expulsando talento, incapaz de rentabilizar el esfuerzo de familias y de un país que hoy ve a sus médicos y docentes trabajar por medio mundo “con acento español”. En esa inmensa diáspora situó a Asier Unciti-Broceta: “ese tipo normal con el que te puedes cruzar mientras haces footing, como nos ocurrió el domingo pasado, temprano, mientras diluviaba”.
El relato biográfico fue avanzando con precisión y humor. Nacido en La Línea de la Concepción en 1976 y criado entre La Piñera y San José Artesano, su geografía vital lo llevó del Rinconcillo a Granada, de Ferrara al Reino Unido. En la ciudad de La Alhambra defendió una tesis doctoral en buena parte en italiano, por cortesía hacia su maestro Pier Giovanni Baraldi, y allí afinó también el gusto gastronómico y las amistades duraderas.
La falta de una política de Estado que cuide la investigación —Sáez no esquivó la crítica frontal— hizo el resto. “Carecemos de esa política inteligente capaz de mantener a nuestros jóvenes con sueldos dignos y expectativas razonables”, dijo, enlazando la ciencia con otros déficits estructurales del país. Así que Unciti-Broceta hizo las maletas y voló a Escocia. En 2010 fundó el Laboratorio de Terapias Innovadoras de la Universidad de Edimburgo y se convirtió en el primer español catedrático en esa institución, hoy situada en el puesto 40 del ranking de Shanghái.
"El chico que soñaba con vivir entre piruletas ha abierto una nueva vía en la investigación oncológica", resumió la glosa
Pero la joya del discurso llegó cuando Ángel Sáez se permitió el lujo de contar la prehistoria del genio. Porque el niño Asier no soñaba con ser científico. Soñaba con un carrillo de chucherías. Le gustaban las golosinas y quería vivir rodeado de su aroma, probándolas —por supuesto— para garantizar el control de calidad. El plan se vino abajo cuando en casa le preguntaron si pensaba cobrar a primos y amigos. “Que no, por supuesto”, respondió. Y aquella mente precoz entendió que el negocio no era viable.
Luego llegó el bachillerato de ciencias, la matrícula de honor y otra idea genial: estudiar Periodismo. ¿El motivo? “Entrar gratis a los partidos del Betis”. El auditorio rió con ganas. Gordillo y Joaquín, bromeó Sáez, se perdieron las mejores crónicas de sus vidas. Al final, el hijo de Luis y Mari Carmen se doctoró en Química Farmacéutica con sobresaliente cum laude.
Ese hombre sonriente, esposo de maestra y padre de estudiantes de high school y de sexto de Primaria, decidió emplear su conocimiento en enfrentarse a una de las grandes enfermedades de nuestro tiempo: el cáncer. Sáez explicó con claridad divulgativa el alcance del trabajo de Unciti-Broceta en la farmacéutica Nuvectis Pharma, donde lidera el desarrollo del NXP900, un fármaco oral experimental capaz de bloquear de manera inédita la proteína SRC, clave en la proliferación tumoral.
Nunca antes se había logrado un medicamento que actuara desde ese doble mecanismo —enzimático y estructural— manteniendo la proteína “cerrada” y desactivada. El NXP900 apunta a cánceres de mama, pulmón, esófago, próstata y potencialmente colon, con resultados prometedores y la previsión de que pueda estar disponible en 2027. “El chico que soñaba con vivir entre piruletas y ver gratis al Betis ha abierto un camino que permite unir en una misma frase Algeciras, proyección internacional y liderazgo en la investigación oncológica”, remató Sáez, antes de recordar una promesa infantil hecha a la abuela Esther: conseguirle dos premios Nobel. “Vamos ahora a por el primero”, concluyó, entre aplausos largos.
La emoción de volver a casa
Cuando le tocó hablar al protagonista, Asier Unciti-Broceta subió al estrado sin papeles, con una chapa de La Piñera prendida del polo negro, escoltado —como él mismo confesó— no por la ciencia esta vez, sino por la cercanía del público. “Normalmente yo siempre estoy protegido por la ciencia, por mis moléculas”, dijo, reconociendo que una situación así le imponía más que cualquier congreso internacional.
Agradeció el reconocimiento a AEPA 2015 y explicó, con honestidad y naturalidad, ese ir “paso a paso” que ha marcado su vida: del carrillo de chuches a la hamburguesería soñada, del periodismo a la química y la farmacia. “Por suerte he podido utilizar la química para crear un fármaco y al mismo tiempo divulgar, publicar mis propios artículos y contar lo que hacemos”, resumió, reivindicando la importancia del periodismo científico.
"Este reconocimiento es patrimonio de Algeciras porque siempre he querido compartir la ciencia con mi ciudad", afirmó el investigador
Relató cómo en 2010 decidió que su laboratorio trabajaría contra el cáncer y cómo implantó una metodología poco habitual en la academia: formar científicos capaces de hacer química y biología a la vez. “Pensé que así iríamos más rápido y serían mejores científicos”, explicó. Al mismo tiempo, se empeñó en divulgar desde el primer día, conectando con los medios locales —entre ellos, Europa Sur— para compartir cada avance con su ciudad.
El corazón de su intervención llegó al describir el hallazgo del NXP900. “Se llevaban más de cuatro o cinco décadas intentando inhibir la proteína SRC y nunca se había logrado”, recordó. Su equipo no solo lo consiguió, sino que demostró una inhibición superior al 90% durante 24 horas con una sola dosis diaria. Un hito científico que hoy sitúa al proyecto en una fase especialmente prometedora.
"No se puede tener más suerte que trabajar en lo que te apasiona y sentir el cariño de tu gente", confesó Asier Unciti
Habló también del siguiente reto: identificar qué pacientes se beneficiarán realmente del tratamiento, y de los ensayos combinados con otros fármacos que podrían “alargar la vida de algunos pacientes al menos al doble”. Y anunció, casi de pasada, otro descubrimiento recién patentado, el AMN1396, dirigido al metabolismo del cáncer y con un potencial que abre una nueva historia.
El cierre fue íntimo y sincero. “La ciencia es una pasión. No se puede tener más suerte que trabajar en algo que te gusta, que te permite vivir y, al mismo tiempo, recibir el cariño de la gente”, confesó, visiblemente emocionado. “Yo no soy de expresar emociones en público, pero este día lo vamos a recordar toda la vida”. Y dejó una promesa: seguir adelante y volver a su ciudad con más buenas noticias, con más fármacos.
Algeciras ha celebrado algo más que un premio: ha reconocido como patrimonio propio a uno de los suyos, un científico generoso que no olvida de dónde viene y que ha decidido compartir con sus paisanos cada paso de un camino que puede cambiar muchas vidas.
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