Asier Unciti-Broceta, científico: “Hay predicciones de que mi fármaco contra el cáncer será uno de los más usados del mundo”

Entrevista

El investigador algecireño, líder del Edinburgh Cancer Research Centre, celebra el éxito de la fase clínica de la pastilla NXP-900, un tratamiento pionero que ha logrado por primera vez inhibir en humanos una proteína clave presente en muchos tumores

Asier Unciti-Broceta: "Hemos desarrollado un fármaco seguro y diez veces más potente contra el cáncer que otros inhibidores de la proteína SRC"

El científico Asier Unciti-Broceta visita España y revela que su fármaco contra el cáncer podría estar listo en 2027

Asier Unciti-Broceta, en la redacción de Europa Sur.
Asier Unciti-Broceta, en la redacción de Europa Sur. / Erasmo Fenoy

Habla con la serenidad de quien sabe que pisa terreno firme, aunque sus descubrimientos estén sacudiendo los cimientos de la oncología moderna. El algecireño Asier Unciti-Broceta, profesor en la Universidad de Edimburgo y director de uno de los laboratorios más innovadores del Reino Unido, acaba de lograr lo que nadie antes: inhibir en pacientes la proteína SRC, una pieza esencial en la proliferación de muchos tipos de cáncer.

Su fármaco experimental, la pastilla NXP-900, ha superado con éxito la fase uno de ensayos clínicos, demostrando ser seguro, eficaz y de administración sencilla: una sola dosis al día basta para mantener bloqueada la proteína durante 24 horas. Los resultados abren una puerta histórica. “Por primera vez tenemos un fármaco que se tolera y funciona”, afirma con orgullo, aunque también con prudencia: ahora llega la parte más difícil, identificar los tumores que más se beneficiarán de esta nueva estrategia.

Mientras el proyecto entra en su segunda fase, Unciti-Broceta compagina la dirección científica con la gestión de un laboratorio en plena ebullición, donde también se gestan otros compuestos prometedores, como el que actúa sobre la proteína mTOR. Con una mezcla de rigor, intuición y sentido del humor, el investigador andaluz desgrana en esta conversación los retos y vértigos de estar —quizá— ante un futuro hito de la medicina moderna.

Tenemos un fármaco que se tolera y que funciona. La fase uno ha sido un absoluto éxito

Pregunta.¿En qué punto se encuentra el desarrollo del nuevo fármaco que investiga su laboratorio, el NXP-900, con un potente efecto inhibidor sobre una proteína clave en muchos tipos de cáncer?

Respuesta.Desde la última vez que hablamos, en febrero, todo lo que ha ocurrido ha sido excelente. No podríamos tener mejores noticias. Hemos completado la fase uno del ensayo clínico de nuestro fármaco NXP-900, cuyo objetivo era evaluar su tolerabilidad y estudiar sus propiedades farmacocinéticas y farmacodinámicas. Para explicarlo de forma sencilla: la farmacocinética nos dice cuántas dosis al día necesita el paciente; la farmacodinámica, si el fármaco realmente está haciendo efecto. En ambos aspectos, los resultados han sido magníficos. Basta una pastilla al día para mantener bloqueada la proteína todo un día. Esto significa que no necesitamos aumentar la dosis más allá de 300 miligramos, lo cual es una noticia fantástica. Los resultados son realmente espectaculares por una razón: por primera vez en la historia se ha conseguido inhibir la proteína SRC en pacientes humanos. La fase uno ha sido, por tanto, un absoluto éxito. Tenemos un fármaco que se tolera y que funciona. Ahora llega la parte más compleja. La proteína SRC está presente en muchísimos tipos de cáncer, pero su papel no es igual en todos. Lo explico con una comparación que se me ocurrió hace poco: nuestro fármaco puede ser, para ciertos tumores, una bazuca, y para otros, una pluma. En algunos casos destruirá el cáncer con gran eficacia; en otros, apenas tendrá efecto. Es tan selectivo que solo atacará a los tumores en los que la proteína SRC desempeñe un papel clave. Identificar cuáles son esos cánceres es ahora nuestro gran reto, tanto clínico como científico.

Asier Unciti-Broceta junto a Kate Forbes, Viceprimera ministra de Escocia, en el laboratorio del Edinburgh Cancer Research Centre.
Asier Unciti-Broceta junto a Kate Forbes, Viceprimera ministra de Escocia, en el laboratorio del Edinburgh Cancer Research Centre. / Institute of Genetics and Cancer

P.¿Cuáles son sus principales hipótesis de trabajo en esta nueva fase?

R.En esta etapa participan pacientes con cáncer de pulmón, de riñón y de pleura (mesotelioma). En el caso del cáncer de pulmón, nos centramos en los tumores de células no pequeñas —el carcinoma pulmonar no microcítico—, que suelen presentar mutaciones en distintos genes. Es un grupo de pacientes muy amplio y con características moleculares diversas. Estamos analizando unos biomarcadores muy concretos en estos tres cánceres. Si un paciente presenta ese biomarcador —una mutación que nos indica que el fármaco puede funcionar—, entra en el estudio clínico. Esto hace que las posibilidades de éxito sean ahora mucho mayores, porque la selección de los participantes ya no es aleatoria. Antes, en la fase uno, los pacientes no se elegían por criterios moleculares: venían de recibir dos o tres quimioterapias, con tumores muy agresivos y difíciles de tratar. Ahora, en cambio, seleccionamos a quienes tienen un perfil compatible con el mecanismo del fármaco, lo que aumenta las opciones de observar mejorías reales. Si eso ocurre, la fase dos podrá iniciarse antes y con más solidez, lo que acelera el proceso de aprobación. Ese es el gran reto del próximo año, y también lo más apasionante.

Identificar cuáles son los cánceres en los que la proteína SRC juega un papel clave es ahora nuestro gran reto
Asier Unciti, catedrático de Biomedicina, durante su visita a 'Europa Sur', el pasado 10 de febrero de 2025.
Asier Unciti, catedrático de Biomedicina, durante su visita a 'Europa Sur', el pasado 10 de febrero de 2025. / Erasmo Fenoy

P.¿Y qué avances hay con el segundo fármaco que investigan, dirigido a la proteína mTOR?

R.También avanza de maravilla. Hemos recibido una gran noticia: el Gobierno de Escocia nos ha concedido una subvención de 150.000 libras (unos 170.000 euros) para completar los estudios preclínicos y facilitar su transferencia a una empresa que lo lleve a ensayos clínicos. Además, anunciaron la ayuda oficialmente en mi laboratorio, con la viceprimera ministra de Escocia presente. Fue una experiencia curiosa e inolvidable. Esta subvención, llamada Proof of Concept, está destinada precisamente a proyectos con potencial comercial. Para nosotros ha sido un impulso enorme. Ya estamos realizando los ensayos en animales y todo apunta muy bien. Este segundo fármaco es muy distinto del NXP-900. Mientras que NXP-900 se caracteriza por su altísima selectividad —esa dualidad entre ser una “bazuca” o una “pluma”, según el tumor—, el dirigido a la proteína mTOR tiene un enfoque más amplio. La proteína mTOR participa en los procesos metabólicos de prácticamente todos los cánceres, porque las células tumorales están “aceleradas” metabólicamente. Este nuevo compuesto ataca precisamente esa desregulación, y por eso es potencialmente eficaz contra una gran variedad de tumores. Todavía estamos en la fase de experimentación con ratones, pero los resultados preliminares son muy prometedores. La diferencia clave es que el NXP-900 probablemente será mejor tolerado, mientras que el inhibidor de mTOR puede causar más efectos secundarios, aunque tendrá un rango de acción mucho mayor. En cualquier caso, no compiten entre sí, porque atacan objetivos biológicos totalmente distintos. Y lo bonito es que ambos proyectos nacieron en mi laboratorio, los dos dirigidos a proteínas que la comunidad científica llevaba décadas intentando inhibir sin éxito. Son historias preciosas y muy estimulantes. Aunque, eso sí, todavía nos queda muchísimo trabajo por delante.

El nuevo inhibidor de mTOR podría actuar contra una gran variedad de tumores, porque ataca la desregulación metabólica común a todos ellos

P.¿Tiene algún otro descubrimiento en marcha que aún no haya contado?

R.Por lo menos dos más, aunque por ahora no puedo hablar de ellos. El próximo año le contaré más, pero le adelanto que uno está relacionado con un tipo concreto de cáncer y el otro con una enfermedad de la piel. No paramos. Lo mejor es que ahora ya no somos nosotros los que proponemos todos los proyectos: muchos investigadores de otros centros nos buscan para que les ayudemos a desarrollar nuevos fármacos. Eso está acelerando enormemente nuestra capacidad de generar compuestos prometedores. Claro que también implica más trabajo… Me estoy volviendo un poco loco —dice riendo—. El pelo no me va a crecer, a menos que invente una pastilla para eso.

P.En sus entrevistas suele hablar con frecuencia de intuición y suerte. ¿Cuál de las dos pesa más en un descubrimiento científico?

R.En realidad, todo va de la mano con algo más: la perseverancia. Ni la intuición ni la suerte sirven de mucho sin perseverar. Puedes tener una gran intuición, pero si no la sigues con trabajo y constancia, no llegará a ninguna parte. A mí me gusta más hablar de serendipia que de suerte, porque la serendipia implica esfuerzo detrás: es la suerte que uno busca, la que aparece cuando no te rindes. Y sí, creo mucho en la intuición, pero no es algo místico: está basada en el análisis de datos. Yo analizo los datos muy rápido, es algo que me sale natural. Cuando mis doctorandos o posdoctorandos me enseñan sus resultados, muchas veces veo algo que me llama la atención enseguida, incluso si parece irrelevante. Esa chispa es la que me dice: “Aquí hay algo”. Entonces insistimos, repetimos, probamos... y acabamos encontrando algo interesante. La intuición, al final, se construye con experiencia. He pasado muchos años mirando datos, una y otra vez, hasta que aprendes a ver patrones donde otros no los ven. Interpretar los datos es una de las tareas más complejas y personales del trabajo científico. Puede parecer objetivo, pero no lo es tanto: hay quien ve un resultado negativo y lo descarta, mientras que otro —yo, por ejemplo— se pregunta si ese dato negativo puede esconder una pista. Muchas veces, un resultado inesperado o decepcionante es el que te abre la puerta al hallazgo positivo. Es un proceso casi artesanal. Y ahí surge la gran pregunta de nuestro tiempo: ¿podrá hacer eso la inteligencia artificial? Probablemente analice muy bien los datos positivos, los obvios. Pero ese detalle anecdótico, ese “algo” que te llama la atención sin saber por qué… no sé si una máquina podrá sentirlo. Ahí está la diferencia.

Las últimas vacaciones de Unciti-Broceta, con el Lago Lomond, en Escocia, de fondo.
Las últimas vacaciones de Unciti-Broceta, con el Lago Lomond, en Escocia, de fondo. / E.S.

P.¿Ha estado alguna vez a punto de tirar la toalla?

R.(Ríe) Bueno, ahora mismo estoy intentando comprar una casa en Edimburgo, y le aseguro que eso me da más ganas de tirar la toalla que la ciencia. Si no fuera porque a mi mujer le encanta la casa, ya lo habría hecho. Pero hablando en serio, en ciencia no. Soy bastante cabezota. Aunque sí hubo una ocasión en la que “tiré la toalla”, por así decirlo: cuando decidí quedarme aquí, en Edimburgo. Mi plan inicial era venir tres años y regresar a España. Pero con el tiempo me di cuenta de que aquí iba a tener más oportunidades, más libertad para investigar. Así que renuncié a volver, y esa fue mi pequeña rendición: dejar atrás la idea de volver a casa para poder seguir haciendo la ciencia que amo.

P.Menciona España… No es solo que usted haya “tirado la toalla”: es que parece que el país entero lo ha hecho con la ciencia.

R.(Sonríe) Sí, es un tema delicado. Yo siempre he intentado no culpar a nadie en concreto, al menos en mi caso. En el papel, nadie podía prever lo que yo iba a hacer. Tardé algo más de lo habitual en publicar y, solo en los números, no destacaba tanto. Pero si me daban una oportunidad de hablar en persona, era distinto. El problema es que el sistema de evaluación en España es puramente burocrático: todo se decide en papel. No hay entrevistas personales, no se valora el potencial humano. En el Reino Unido, en cambio, primero hacen una criba por currículum, pero luego llaman a cinco o seis candidatos y les hacen una entrevista. Ahí, aunque entres el último, tienes la oportunidad de defenderte, de mostrar quién eres. Por eso creo que aquí encontré mi sitio.

Me da vértigo pensar que algo que hemos creado pueda cambiar tantas vidas. Es como mirar desde el edificio más alto del mundo... y yo tengo vértigo desde un tercero

P.¿Le da vértigo pensar en lo que puede ocurrir en los próximos años?

R.Sí, bastante. Aunque depende del tipo de vértigo. Al principio, el mayor miedo era que mi fármaco, el NXP-900, pudiera causar daño a alguien. Es algo muy real: cuando subes la dosis en un ensayo clínico, existe el riesgo de un efecto secundario grave. Y esa posibilidad me angustiaba. La idea de que una vida humana pueda depender de algo que yo había diseñado… da vértigo, sí. Luego, cuando todo fue bien, llegó otro vértigo distinto: el de las buenas noticias. Pensar que este fármaco pueda salvar muchas vidas también impone. Hay proyecciones que indican que, si todo sale como esperamos, podría convertirse en uno de los medicamentos más usados de la historia. Y eso son palabras mayores. Te cambia la perspectiva por completo. Imaginar que algo que has creado puede mejorar o prolongar la vida de cientos de miles de personas... es como asomarse desde el edificio más alto del mundo. Y yo, además, tengo vértigo desde un tercero (ríe). Y luego está otro tipo de vértigo, más personal: el de perder la vida normal. Cada vez que salgo en los medios noto mucho interés, y temo que un día pueda convertirme en una figura mediática, sin buscarlo. No hablo del “famoseo”, claro, pero si sigo descubriendo cosas, quizá sea inevitable.

P.¿Qué preferiría que se dijera de usted en el futuro: que inventó un fármaco contra el cáncer o que fue un buen padre?

R.Uf… qué pregunta. Ser buen padre —o buena madre— es, con diferencia, una de las cosas más difíciles del mundo. Cometes errores todo el tiempo, haces lo que crees mejor y a veces no lo es. Las buenas intenciones no bastan, y ni el análisis de datos ni la intuición sirven de mucho en esto (ríe). Inventar un fármaco es más fácil. De pequeño, curiosamente, siempre decía que quería ser abuelo. Me fascinaba cómo se lo pasaba el mío con nosotros. Y sí, también quería pasar a la historia por un descubrimiento. No sabría decirle por qué. Pero ahora que he vivido ambas experiencias, creo que es mucho más difícil ser un buen padre que un buen científico.

De Algeciras a Edimburgo

Asier Unciti-Broceta (Algeciras, 1976) es doctor en Química por la Universidad de Granada y dirige un grupo de investigación en el Edinburgh Cancer Research Centre (Reino Unido). Pionero en química médica, es el descubridor del fármaco NXP900, un inhibidor de la proteína SRC con potencial para tratar distintos tipos de cáncer. En 2025 ha patentado un segundo fármaco dirigido a la proteína mTOR. Su trabajo ha sido reconocido con la Bandera de Andalucía y diversos premios internacionales. Vive en Edimburgo junto a su esposa —también algecireña— y sus dos hijos.

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