La Oración en el Huerto/Algeciras

Madre e Hijo marcan los sonidos de las calles de Algeciras

  • Las salidas del Cristo Orante y de la Virgen del Buen Fin emocionan

El transitar de los pasos de la Oración del Huerto y de la Virgen del Buen Fin marcaron ayer buena parte de los sonidos de las calles de Algeciras. La salida de ambos en la iglesia del Corpus Christi dejó todo un abanico de emociones, sabores y olores, desde abrazos, lloros, tensión y también alegría, mucha alegría.

Aplausos ahogados en el interior del templo hicieron presagiar que el paso del Cristo estaba a punto de salir a la popular Cuesta del Rayo, que salió para recibir a su figura. La impresionante imagen de Jesús con la mirada perdida, aunque consciente de su destino, y con sus brazos en forma de pregunta sigue dejando huella. Su salida fue limpia y más suelta que en aquellos años cuando partía del interior de un garaje.

Los asistentes aplaudieron cuando el trono de madera repujada y de amplias dimensiones comenzó a caminar al compás de la música de la banda de cornetas y tambores. Fue un baile equilibrado. Ninguna de las partes desentonó. Salió y poco a poco, con suavidad, fue tomando la calle Jacinto Benavente. Comenzaba su estancia de penitencia.

Los algecireños alzaron su mirada hacia la representación. Se mantuvieron atentos y callados contemplando sus movimientos, hasta que estallaron en aplausos con los primeros pasos hacia delante del paso y con los sonidos de la banda acompañante.

Cuando la imagen de corte barroco ya estaba en la calle llegaron algunas lágrimas y muchos abrazos. Era la recompensa al trabajo de un año entero. Y eso que quedaba toda la marcha por delante, pero casi que era lo de menos.

Para algunos penitentes, los más pequeños, la procesión ya había acabado. Eran las primeras bajas de los hermanos que son el futuro de esta cofradía, pero que hoy apenas si levantan un palmo del suelo.

El contraste de la salida lo puso la Virgen del Buen Fin. Los tambores de la banda de Bollullos Par del Condado comenzaron a tronar desde dentro. El sonido era apabullante. La Virgen afloró de entre la cortina de humo que levantó el incienso suspendido en el aire. Lo hizo con suspense y de manera muy religiosa. Se escucharon oraciones y el silenció permitió apreciar el sonido del cimbreo de los varales. Al fondo, el Cristo caminaba hacia la carrera oficial. Cuando la madre de Dios se encontró con su pueblo, llegaron los aplausos, que fueron rematados con el himno de España. Los ojos de la talla de Lourdes Fernández miraban hacia abajo, donde los costaleros escuchaban un "siempre ganándole de frente".

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