En el pecado está la penitencia

Sánchez quería gobernar a toda costa y eso supondrá un tormento cada vez que quiera sacar adelante una ley

El Gobierno termina la semana empequeñecido. Con una debilidad que lo deja a merced de sus socios en la negociación presupuestaria que se avecina. A Pedro Sánchez le gustan las sentencias de la sabiduría popular. Cuando salía el miércoles de un suplicio parlamentario para ratificar tres decretos, dijo que “está bien lo que bien acaba”. El resultado fue dispar: un 1, una X y un 2. El empate se deshizo en una nueva votación. Dos victorias pírricas en un decreto anticrisis y otro ómnibus, gracias a que Junts se abstuvo, después de arrancarle nuevas concesiones. Una de las astillas que sacó el partido ultranacionalista de Puigdemont es el reconocimiento de unos derechos históricos de régimen local de Cataluña, que parecen el germen de unas futuras atribuciones forales al estilo de las vascas.

Sánchez también aseguró que este es un Gobierno humilde. Y no. Entre las virtudes que adornan al primer ministro español no está la humildad. Una persona modesta y respetuosa no se carcajea desde la tribuna de un rival que le ha sacado 16 escaños en las elecciones. El presidente ya tiró del refranero para justificar su cambio de opinión sobre la constitucionalidad de la amnistía: “hacer de la necesidad virtud”. Así obtuvo los siete votos de Junts a cambio de la impunidad de los delitos cometidos en el procés de 2017. Un pacto que para el PSOE era de legislatura y para Junts sólo el principio; el fugado de Waterloo ya avisó en verano que haría “orinar sangre” a Pedro Sánchez. Y está cumpliendo su palabra.

En este matrimonio por interés en el que los dos se juegan su supervivencia, Puigdemont gana de calle. La negociación del miércoles agiganta a Junts, que recupera un papel central en Cataluña. Ha conseguido que se deleguen a Cataluña las políticas de inmigración, lo que arriesga a futuro una gestión xenófoba contraria al pretendido carácter progresista del Gobierno. Capítulo aparte merece la vendetta de Podemos contra Yolanda Díaz, al fulminar el decreto de mejora del subsidio de desempleo, que afectaba a 730.000 beneficiarios. Los de Pablo Iglesias no han querido seguir el proverbio de que la venganza es un plato que se sirve frío, y han preferido hacerlo en caliente.

Esta legislatura quizá dure, pero poco se va a legislar si el Gobierno tiene que pasar por este tormento. Pedro Sánchez ya puede repasar el refranero, que le aconsejará poner al mal tiempo bueno cara y les recordará que en el pecado de gobernar a toda costa lleva la penitencia.

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