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josé aguilar Ignacio Martínez

Mi número de cuenta es...Otro gestor en la Junta

El escaño que retiene Serrano es legal y constitucional, pero ética y estéticamente resulta indefendible: se votó a VoxMoreno sostiene que no le interesan los debates ideológicos, que lo que le importa es la gestión

El juez Francisco Serrano, que fue candidato de Vox a la presidencia de la Junta de Andalucía y auténtico mascarón de proa de la ultraderecha regional, ha dejado el partido que ya le había dejado a él mucho antes. El desencuentro ha sido mutuo, constante y creciente. Lo que no deja es su acta de diputado. Seguirá en el escaño, cobrando la correspondiente remuneración y protegiéndose de su imputación por la Justicia ordinaria por una subvención presuntamente fraudulenta para un negocio privado.

No cumple las condiciones de la denostada figura del parlamentario tránsfuga, puesto que no se ha apuntado a otro partido, sino que permanecerá en la Cámara andaluza como diputado no adscrito a ningún grupo, como un asteroide que orbita sobre sí mismo. Su postura es legal y constitucional: el acta es suya, no de Vox. Ética, estética y políticamente resulta indefendible. Los ciudadanos que lo auparon lo hicieron porque representaba a Vox, no por su cara bonita. Nadie sabe cuántos votos hubiera arrastrado de presentarse como candidato en solitario.

El diputado fugitivo de la lista en la que concurrió a las elecciones es todo un clásico en la política andaluza. En los primeros años de la autonomía sentó precedente un diputado ubicado en las antípodas de Serrano. Se llamaba Cristóbal Jiménez, alcalde de Jódar (Jaén), era comunista prosoviético y, descontento con el rumbo de Izquierda Unida, anunció su baja a la presidencia del Parlamento con un papelito de lo más escueto: "Me paso al Grupo Mixto. Mi número de cuenta es..." a fin de que dejaran de ingresar sus emolumentos a IU y se los abonaran a él. Lo tenía claro.

Ahora es tiempo de personalismos y apropiaciones. Se acaba de consagrar la operación de transfuguismo más potente de la historia autonómica: Teresa Rodríguez, que salió elegida al frente de una coalición entre IU y Podemos, ha roto con Podemos y se ha quedado al mando de los 17 diputados de ambos partidos después de haber fundado otro (Adelante Andalucía), que, eso sí, promete colaborar con los dos que ha traicionado. La maniobra afecta gravemente a su credibilidad y pone en solfa su honestidad. En Málaga el portavoz municipal de Ciudadanos se ha dado de baja e, inmediatamente, el Partido Popular, socio de Cs en la Junta, le ha dado un cargo bien retribuido en la Diputación. Eso es jugar sucio por parte del PP. Saca renta de una fuga que daña a sus aliados.

EL presidente de la Junta ha dicho en el Parlamento que no le interesan los debates ideológicos sino la gestión. Ya tuvimos un gestor en San Telmo; estuvo 19 años. Pero a diferencia de Chaves, Moreno se comprometió a estar dos mandatos. Como Aznar se autolimitó a ocho años en el poder. Aunque otras promesas del llamado gobierno del cambio, como liquidar el Consejo Consultivo, se han esfumado conforme iban madurando los jóvenes turcos del PP andaluz que asaltaron el palacio de San Telmo en diciembre de 2018.

El modelo de Moreno Bonilla es Núñez Feijoo, que repite esa consigna en sus mítines gallegos: lo importante no es la ideología sino querer a Galicia y saber gestionar. Ese mismo perfil quiso adoptar Susana Díaz en vísperas de las últimas elecciones andaluzas; durmió la campaña, se envolvió en la verde y blanca y se equivocó. Lo del amor a Galicia o a Andalucía lleva implícito que quien critica a su presidente está denigrando a su tierra, es la tentación pujolista a la que nadie parece resistirse.

La ha practicado estos días también Pedro Sánchez. El documento del PP en el Parlamento Europeo, criticando que para prolongar el estado de alarma el Gobierno de España pactase la derogación completa de la reforma laboral ha sido considerado por el inquilino de La Moncloa como un ataque a la democracia española. Ya son ganas de sobreactuar. Cuando Pujol se fajaba la senyera a todo el mundo le parecía exagerado. Y ahora todo dios hace lo mismo con la bandera que tiene más a mano.

Treinta años después del Fin de la historia, el aumento progresivo de la desigualdad ha dejado desfasada la teoría de Fukuyama de que la economía sustituiría a las ideologías. Al público le gustan la moderación y la flexibilidad, pero la excesiva hipocresía levanta recelos. En la Comunidad de Madrid es el PSOE, el partido más votado, quien preside la comisión de reconstrucción. En Aragón se ha llegado a un acuerdo de todos menos Vox. En Castilla León pasa lo mismo, una coalición gobernante PP-Cs como la andaluza ha pactado con PSOE y Podemos, dejando a los ultras al margen. Pero aquí Juan Manuel Moreno se abraza a Vox como si le fuese la vida y critica a la izquierda por no aceptar de árbitro al único partido que no quería ni comisión ni diálogo. Al presidente de la Junta no le interesarán los debates ideológicos, pero sin duda tiene sus preferencias y debilidades.

La gestión la hacen las gestorías; gobernar es cosa de políticos con ideología y valores.

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