Es una vieja historia ésta de integrar los acordes de un instrumento musical en la sonería de un reloj monumental. La proporción de tales relojes es pequeña pero su relevancia es grande. España dispone de una música singular: el flamenco. Y aunque la guitarra es el resultado de un proceso evolutivo que se extiende a lo largo de los siglos, cuando se la apellida española no hay duda de a qué nos referimos. El flamenco como motivo musical es cosa de Andalucía; lo de España se entiende por añadidura. Es ahí donde están sus orígenes y en donde nace y se hace.

Algeciras ha tenido el privilegio de que su luz haya sido la luz primera de un guitarrista excepcional. La guitarra de Paco de Lucía supone la asunción de una referencia musical autónoma. Con él la guitarra se abre más allá de los límites de un tablao y de su papel de dama de compañía del cante. Dado ello, es procedente que un reloj civil de nuestra ciudad incorpore algún momento de la música inconfundible que Paco supo extraer de la guitarra. Por ello, esa idea que han tenido Victoriano Mera, José Luis Pavón y Javier Ortega, y seguramente otros muchos, va ya a materializarse donde, a mí parecer, debe hacerlo, en el reloj del Ayuntamiento. Fue un empeño de Ortega y a él va a deberse que el próximo lunes día 27, a las siete y media de la tarde y si ni el tiempo ni la autoridad lo impiden, así sea. Unos cuantos artistas importantes, Pareja Obregón entre ellos, van a estar ahí en la Alcaldía, ese día y a esa hora, para regalarnos su arte y dar por inaugurado el evento.

Hemos tenido la suerte de que se abriera la calle Trafalgar. Era apenas un callejoncillo que llevaba a un terraplén hasta el mar y acababa en una de esas casetas de vigilancia salpicadas a lo largo del litoral. Porque la Alcaldía algecireña es una de las pocas que está en una calle. Eso la aleja de la deseable espectacularidad de una fachada dando la cara a una plaza o a un jardín. En este caso, la calle Trafalgar suaviza el mal efecto restrictivo que supondría tener enfrente un muro edificado. En el segundo período constitucional, siendo alcalde Ernesto Delgado Lobato, hubo un amago de convertir la sede de la calle Convento en museo y trasladar la Alcaldía a la calle Ancha, al edificio que había dejado en desuso el Banco de España. Eso no habría evitado el inconveniente de que la Alcaldía esté en una calle y sí impedido el espacio abierto que le ofrece la cuesta de Trafalgar.

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