No es el caso, pero imaginen que el ministro de Pesca toma la decisión personal de eliminar de su gestión las almadrabas porque no le gustan y entiende que la mayoría de los ciudadanos están en contra, curiosamente como él. Esto es exactamente lo que ha hecho Ernest Urtasun, ministro de Cultura, al acabar con el Premio Nacional de Tauromaquia. El político de Sumar se olvida de que fue nombrado en ese cargo para administrar la Cultura del país, no para dinamitarla desde dentro y, mucho menos, en base a sensaciones personales y supuestas estadísticas que sólo conoce él.

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