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josé aguilar Ignacio Martínez

A favor de los indultos...Susana perdió un referéndum

La medida de gracia ni es justa, ni es equitativa ni tiene utilidad social: sólo una de las partes cede en favor del diálogoUna coalición de damnificados, sanchistas de distinta hora y militantes que buscan nuevas ilusiones ha vencido a Díaz

Yo estaría a favor de los indultos a los independentistas presos por sediciosos y malversadores... si Pedro Sánchez no hubiera exigido tan tajantemente el "cumplimiento íntegro de las penas" cuando fueron condenados por el Tribunal Supremo.

Me pronunciaría favorablemente a los indultos... si Pedro Sánchez no hubiese desatendido los informes contrarios a esta medida de gracia del Tribunal Supremo y de la Fiscalía (máximo órgano de impartición de la justicia y máxima instancia de la defensa del interés público, respectivamente), rectificando en la práctica la sentencia judicial y atropellando la división de poderes propia de la democracia.

Comprendería la razón y la lógica de los indultos... si no diera la casualidad de que esta medida, lejos de ser neutral e inocua ante el tablero político nacional, beneficia ostensiblemente al interés de quien los concede: con el voto asegurado de ERC (más PNV, Batasuna y otros), Pedro Sánchez se garantiza una legislatura tranquila y la probabilidad de ganar una segunda si la pandemia es vencida y los fondos europeos ayudan a superar la crisis.

Apoyaría los indultos... si con ellos se abriera paso, de verdad, al diálogo, la concordia y el reencuentro. Lo que vemos no es eso. Mejor dicho, lo vemos en una sola parte (el Gobierno de España). Lo que vemos en la otra parte (Generalitat) es lo contrario: desplantes al Rey, continuidad de l confrontación, voluntad férrea de volver a la unilateralidad si con la bilateralidad no consiguen sus objetivos. Aun así, podrían emitir otros gestos de distensión, como dejar de discriminar al castellano en la enseñanza, cesar la manipulación en los medios públicos o invitar a la selección española a jugar un partido en el Nou Camp (y no pitar el himno nacional). La actitud previa a la mesa de diálogo que pronto se pondrá en marcha es estrictamente asimétrica. Hay, del lado de Sánchez, una política de apaciguamiento obvia e históricamente nefasta por la voracidad del interlocutor, al que ninguna concesión sacia.

Bienvenidos los indultos... si los programas de los dos bandos no fueran rabiosamente incompatibles: unos no aceptan más solución que la autodeterminación y la amnistía y otros no pueden conceder la amnistía y la autodeterminación ni cambiar la Constitución para darles cabida.

Como dijo Felipe González, ahora no se dan las condiciones para los indultos. Ni justicia, ni equidad ni utilidad social.

LA votación del domingo en el dividido socialismo andaluz fue en realidad un referéndum sobre Susana Díaz. Ha vencido una heterogénea coalición formada por enemigos mortales víctimas de los complós urdidos por la brava dirigente desde las juventudes, sanchistas de primera hora, segunda ola o último minuto, y simples militantes en busca de nuevas ilusiones. Con la derrota de la líder en los últimos siete años y medio termina una larga etapa del PSOE: la era del poder, en la que se tomaban las riendas del partido como una canonjía aneja a la Presidencia de la Junta. Una confortable militancia aceptaba jefes puestos por el aparato. Los guerristas trajeron a Chaves en el 90, éste impuso a Griñán en 2009, que a su vez señaló con el dedo a Díaz en 2013.

El domingo oficialmente se decidía un candidato del PSOE andaluz, en la práctica se eligió un nuevo líder, pero sobre todo se liquidó una época. Susana tenía hace una semana un 38% de seguidores; como los partidos son tan gregarios seguro que hoy son muchos menos. La integración se hará por ósmosis: todo el mundo acudirá en auxilio del ganador. Ella intentó desde su llegada al poder presentarse como la primera de una nueva era, que bautizó como un tiempo nuevo. Pero acabó siendo la última de una serie agotada por el largo ejercicio del poder y los vicios de un partido acomodado. Seguramente ha decidido dimitir, pero reserva la carta para negociar una salida a sus pretorianos.

En todo caso, su currículo no está mal con 46 años: presidenta de Andalucía más de un lustro, diputada autonómica y nacional, senadora y concejal. Es verdad que fue una jefa soberbia y personalista. Pero cuando se repasa el panorama actual, abunda el perfil caudillista. Ha dejado muchos damnificados en su larga trayectoria orgánica. Sobre todo, uno, el poderoso Pedro Sánchez, cuya eliminación como secretario general abanderó en 2016. Pero Pedro nunca habría sido jefe en Ferraz sin el apoyo de Díaz en 2014 para impedir el triunfo de Madina, y Juan Espadas nunca habría sido alcalde de Sevilla en 2015 sin el empeño de Susana para que repitiese candidatura después del desastre de 2011, con el triunfo arrollador de Zoido. Sus dos ejecutores le deben mucho.

Más zalamera que empática, sus enemigos no se fían y la quieren rematar. Tras la probable dimisión como secretaria y diputada, hay dudas sobre su destino: Consejo Consultivo, Senado, embajada o una salida profesional independiente. ¿Volverá?

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