Según el criterio de Marshall McLuhan (el filósofo que vaticinó la era digital veinte años antes de que naciera internet), "la televisión rompió los cuartos de estar con la brutalidad de la guerra. Vietnam se perdió en ellos, no en los campos de batalla". Fue el primero en entender la televisión como instrumento capaz de dirigir y modificar con sus contenidos la conducta de los espectadores. Cuando en los años sesenta se generalizó la presencia de televisores en los hogares españoles, toda una generación (en general asilvestrada) se benefició de una programación que además de entretener funcionaba como una formidable herramienta de divulgación cultural. Los niños aprendieron con "Barrio Sésamo", "Los Chiripitiflaúticos" o -con un toque algo canalla- "La bola de cristal" de la Bruja Avería. "Estudio 1" puso en contacto a una población en su mayoría iletrada con los grandes clásicos españoles y series como "El Conde de Montecristo" y "Sandokán, el tigre de Malasia", despertaron en los jóvenes de entonces el interés por los libros de Dumas o Salgari y subsidiariamente por novelistas como Verne, London, Stevenson o Twain. La televisión a la vez que nos divertía era una inmensa ventana por la que asomarnos a los mundos maravillosos de "Viaje al fondo del mar" o "Perdidos en el espacio" o a los tenebrosos de "Historias para no dormir" o "¿Es usted el asesino?". Ya de adultos Fernando Sánchez Dragó nos introdujo en la literatura más compleja a través de sus largas conversaciones con autores como Ferlosio, Umbral, Monterroso, Gunter Grass o incluso Fernando Arrabal que en un mítico programa nos habló con gran énfasis (tras unos cuantos lingotazos de Chinchón) del milenarismo. José Luis Balbín se convirtió en nuestro guía en los procelosos tiempos de la Transición gracias a su programa "La Clave" donde se daban cita los más prestigiosos personajes del espectro político que a través de su confrontación dialéctica nos descubrieron los entresijos (a menudo no demasiado modélicos) de los partidos políticos. En "Qué grande es el cine" con "Moon River" de sintonía, José Luis Garci nos invitaba a una clase magistral de cine. Aprendimos a distinguir un plano medio de uno americano, a valorar el montaje, la fotografía o la puesta en escena… Garci y sus amigos cinéfilos (Torres Dulce, Juan Miguel Lamet, Giménez-Rico, Méndez Leite…) nos enseñaban el mecanismo interno de obras maestras como "Ordet" de Dreyer, "Sed de mal" de Welles, "Ser o no ser" de Lubitsch, o la "Trilogía de la Caballería" de John Ford. Según se "consolidaba" nuestra democracia estos programas iban desapareciendo, el último fue "Lagrimas en la lluvia" de Juan Manuel de Prada, un premonitorio título -el del discurso final del replicante de "Blade Runner"- que anunciaba la televisión basura que tenemos ahora donde el programa cultural más sofisticado que se emite es "El Hormiguero".

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios