Saque de banda

La capacidad de pensar de la Inteligencia Artificial

No es que no tenga razón el algoritmo, que seguramente es así, sino que me resisto a abandonar mis imperfecciones, que me identifican

Escribo este artículo como todos. Surge una idea y afronto desde la pantalla blanca del teclado el reto de escribir, limitado por el número de caracteres que establece el periódico para una tribuna. Copio el texto y lo paso por el corrector de puntuación y gramática. Por último, le pido una evaluación de la calidad literaria periodística y me da una nota de 7.

Podría seguir usando el Chat GPT para alcanzar su excelencia, pero lo dejo como está por dos razones: la primera, porque si así lo hiciera, el texto ya no sería mío y la segunda y más importante, porque cuando he probado la excelencia de la máquina, el resultado no me ha convencido y no es que no tenga razón el algoritmo, que seguramente es así, sino que me resisto a abandonar mis imperfecciones, que me identifican.

Trasladado esto al ámbito profesional, y me refiero a las empresas, la Inteligencia Artificial y las herramientas que se derivan de ella son fascinantes y nos llevan abocados a velocidad de vértigo a un escenario de fabulosas oportunidades para ganar eficacia, ahorrar tiempo y costes y poder ofrecer productos y soluciones con un nivel de calidad altísimo, que el algoritmo proveerá. Pero esto es una cosa y otra distinta es la voluntad de conservar la imperfección de lo humano que nos identifica y nos define.

"Muchas profesiones están seriamente amenazadas y eso no es negativo, antes al contrario, si lo vemos en términos globales de aportación a la sociedad"

La Inteligencia Artificial ha evolucionado el proceso, que consistía en no salir del carril en el ámbito de la acción para no equivocarse, para pasar a un escenario en el que el algoritmo se hace cargo de la acción sin errores.

Este es un salto cualitativo fundamental porque, siendo así, ya no es necesario ser especialista en algo, al perder el conocimiento no sólo la vigencia, que con el ritmo acelerado de los cambios ya es una realidad, sino la certeza de que el algoritmo posee el conocimiento, tan certero como actualizado.

Muchas profesiones están seriamente amenazadas y eso no es negativo, antes al contrario, si lo vemos en términos globales de aportación a la sociedad.

"La Inteligencia Artificial nos retrotrae a un escenario que abandonamos hace tiempo y que no es otro que el de dar valor a la capacidad de pensar"

Lo que sorprende y mucho, es que la Inteligencia Artificial no se esté implantando en las empresas (me refiero a España) a la velocidad que esta disrupción requiere. Chat GPT es hoy de forma predominante, una herramienta usada en el ámbito personal. El presidente de una cámara de comercio, a quien pregunté hace poco, me contestó que "algo le sonaba".

La Inteligencia Artificial nos retrotrae a un escenario que abandonamos hace tiempo y que no es otro que el de dar valor a la capacidad de pensar, cualidad que está por encima de la capacidad de poseer conocimiento. La prueba más palpable es que lo que condiciona la calidad de la respuesta del algoritmo está condicionada por la calidad de la pregunta.

Ello nos lleva al siguiente paso y es aquí donde la IA nos muestra su lado más pernicioso: degradado el sistema educativo y social, generador de individuos clones, especialistas porque lo dice un papel, la uniformidad está servida. Ello nos llevará a un mundo mejor sin duda, porque el algoritmo no se equivoca, pero el entorno general se habituará a respuestas tan validas como estandarizadas.

Nunca como ahora, ante lo que se nos viene encima, la capacidad de pensar ha sido tan importante y decisiva. Algo que repito como un mantra a mis alumnos de Posgrado de la Universidad, siendo consciente de que me miran como si acabara de descubrir el fuego.

"No quiero pensar las consecuencias tan inevitables como ciertas de que el algoritmo tenga la capacidad de pensar"

Desconozco si mi edad, en la segunda madurez, me permitirá vivir en plenitud los cambios radicales que esta tecnología generará en los próximos años. Lo seguro es que condicionará nuestro futuro. De ahí las prisas por regular, sobre todo en Europa, que llega tarde, no sólo en términos temporales, sino en el debate de sus intenciones, probando una vez más su retraso frente al eje Asia-Pacifico al que se ha trasladado el polo tecno-económico mundial.

No quiero pensar las consecuencias tan inevitables como ciertas de que el algoritmo tenga la capacidad de pensar.

Pero eso espero no verlo, no tanto porque no sea bueno, sino porque no imagino las consecuencias.

Hacerse viejo consiste en la evidencia de no imaginar el futuro de lo imaginable.

* Jaime Batlle es director académico de Posgrado Desarrollo Directivo. BSM. Universidad Pompeu Fabra.

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