Verdades a medias

La mentira nunca debe ser aceptada en un discurso político ni como argumento de mucho o poco peso

Según dicta el dicho, no ha peor mentira que una verdad a medias. Pues bien y para nuestra desdicha vivimos en un continuo rifirrafe político, donde la verdad brilla por su ausencia y por si fuera poco, cuando hay algo de verdad en un discurso, esta verdad es a medias, por lo cual estamos ante una mentira disfrazada que hace mucho daño a la sociedad.

Se ha llegado a decir y se dice que los políticos mienten y hemos llegado a considerarlo como algo normal y para colmo, lo aceptamos con resignación. Pues no señores, la mentira nunca debe ser aceptada como parte de un discurso político ni como argumento de mucho o poco peso. Muy por el contrario, la mentira debe de ser castigada, negando nuestro voto y muestra confianza al político que hace su campaña desde la mentira. Al final concluimos que ha tenido que tomar tal o cual decisión ante un determinado punto de controversia que no estaba previsto en su discurso. Evidentemente esto es una realidad, pero cuando se dice blanco y blanco, una y otra vez, para que al final sea negro, suena a tomadura de pelo o bien a una maniobra maquiavélica que intenta por todos los medios alcanzar la meta, sin importarle en absoluto los daños colaterales que pudiera ocasionar su conducta.

Políticos así no interesan a una sociedad democrática y avanzada como se supone que es la nuestra. Pero la llave para incorporar salud democrática a nuestra política la tenemos los ciudadanos a la hora de votar, dando nuestra confianza a aquellos políticos comprometidos con su palabra.

La sociedad tiene la última palabra para poner o quitar a quienes nos representan. En esta cuestión no debe haber “devotos” como si de una imagen religiosa se tratara. No se trata de pedir que la lluvia riegue los campos. Hablamos de hombres y mujeres con un discurso que refleja sus intenciones a poco que nos fijemos en lo que dicen. Además una vez pasadas la elecciones hacen realidad lo que predicaban o se eximen de ello con bunas palaras o simplemente sin decir nada. Ahí es donde debe mostrar el pueblo su valía y decir que el bastón de mando está en sus votos, y que puede poner o quitar a quien nos representa.

No sé por qué la queja de muchas personas hacia un político mentiroso. Cuando él, el votante, es quien puede poner “pie en pared” a ese político tramposo. A lo mejor es que nuestra sociedad no conoce el valor de apoyar la verdad y condenar la mentira.

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