Paloma Fernández Gomá

Irse de rositas

En mi butaca

Últimamente estamos empeñados en no reconocer que nuestra política es banal e incierta

15 de enero 2024 - 00:00

La palabra polarización fue elegida palabra del año en el reciente pasado 2023. En los indicios de este 2024 todavía andamos a cuestas con la polarización, como si se tratara de un significado muy arraigado en nuestra sociedad. Obviamos que si comulgamos con esta palabra y no dejamos de usarla o más bien, de que sea santo y seña de nuestra forma de actuar, habremos optado por una conducta que tiende hacia la radicalización y esto no es nada bueno para una sociedad que debe moverse con los estándares de una sociedad democrática, donde el respeto y la alternancia en el poder sean una forma normal y asumida por los ciudadanos, independientemente de la forma de pensar de cada uno.

La separación de poderes, respetar los dictámenes de la justicia y que la justicia actúe de forma independiente sin sometimiento, respetar las leyes y cumplirlas, vivir en libertad sin que ningún credo o pensamiento sea menospreciado; son elementos imprescindibles para que un estado se considere democrático, y la mejor de las formas de gobierno que el hombre ha encontrado en su historia es la democracia y debemos conservarla. Pero no sé por qué últimamente estamos empeñados en no reconocer que nuestra política es banal e incierta y por ello le damos muchas vueltas a todo lo que acontece a nuestro alrededor, intentando darle una explicación. Veamos pues: hubo unas elecciones y el pueblo libre y soberano votó y las urnas hablaron diciendo que los españoles tenían mucho miedo a la derecha, porque un señor que hoy hace la política de España desde Waterloo, junto a un prófugo de la justicia, lo había dicho, y porque S.M. el Rey le pidió a ese mismo señor que formara gobierno junto con los que no querían hablar con él. Pues eso es lo que tenemos, luego no entiendo por qué nadie se pueda sentir ofendido, es lo que se veía venir: desigualdad entre los españoles, imposiciones a un gobierno que se siente sometido, leyes que se tambalean, deudas de comunidades que se ven saldadas frente al detrimento de otras, gastos innecesarios, desigualdades judiciales y un largo etcétera que va socavando la convivencia porque los que hacen las cosas mal se van de rositas y los demás pagamos las consecuencias. Pero en este estado de cosas, las consecuencias, también las pagarán nuestros nietos, porque la deuda que tenemos es gigantesca y nuestros hijos verán mermadas sus jubilaciones.

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